Nadal resbala en la hierba
El alemán Waske elimina al español, lastimado en un dedo, en la primera ronda de Halle
Cambiar la tierra por la hierba supuso un punto y aparte para Rafael Nadal. Tras ganar sobre la arena rojiza de Roland Garros, el césped del Open alemán de Halle se resistió al juego agresivo del español. El germano Alexander Waske le miraba con cara de póker desde el otro lado de la red en el calentamiento. Quería escudriñar su punto débil para evitar despedirse del torneo cuando le diese la mano. Y, al final, consiguió imponerse en tres mangas: 4-6, 7-5 y 6-3. El juego de saque y volea de Waske, el apropiado para una superficie rápida, noqueó al zurdo balear. Acostumbrado a golpear a la pelota cuando alcanza su cénit de altura, el cambio de superficie se le atragantó a Nadal justamente tres días después de conquistar París.
El juez de silla lanzó la moneda al aire y Nadal, que ganó el sorteo, eligió, como de costumbre, que sirviera su rival porque le gusta empezar con un break. El saque, uno de los puntos débiles del mallorquín, resulta determinante en la hierba, en la que el bote es muy vivo y, consecuentemente, cuanto más fuerte se pega a la pelota menos bota. Su velocidad, sin embargo, disminuye a medida que transcurren los partidos porque, según se va pisando, el césped se desgasta y el bote es más alto.
A contracorriente, Nadal perdió el primer juego porque le sorprendió la viveza de la bola. Waske, sabedor de que no aguantaría el intercambio de golpes, subía casi de continuo a la red para forzar su resto. Ocurrió entonces que Nadal explotó uno de sus golpes fuertes, el passing-shot, y se apuntó el primer set después que en el tercer juego su adversario encadenara cuatro dobles faltas.
No obstante, las cosas se torcieron luego. Nadal no encontró entre las gradas a su tío-entrenador, Toni, que se fue a su isla después de haberle dejado dos folios con consejos antes de que viajara a Halle. El público, por supuesto, no le apoyaba porque jugaba contra un tenista local. Y para su desgracia, además de sentir molestias en el pie izquierdo y el muslo derecho, a causa del cansancio, se lastimó el dedo índice de la mano izquierda al acusar el cambio de empuñadura de su raqueta: no pudo utilizar su grip habitual y se vio obligado a recurrir al continental, que supone girar un poco la rotación de la misma para conseguir golpes planos y no liftados. Tras recibir atención médica, Nadal no volvió a encontrarse cómodo. Y Waske, cuando el español servía para forzar el tie-break, lo aprovechó para ganar la segunda manga. El parcial animó al alemán, de 30 años, especialista en dobles, y que se enfrentaba al partido de su vida desde la 147º posición mundial.
La determinación de Waske contrastó con las dudas de Nadal en el servicio. Aunque consigue imprimir una velocidad cercana a los 200 kilómetros por hora, el balear no tiene consistencia, regularidad, fiabilidad en el saque. Lo mismo le pasa con la volea, en la que el juego de muñeca es imprescindible, en hierba. Aunque Nadal es experto en abrir ángulos, algo primordial en superficies rápidas, sus piernas también acusaron el cambio. Así, le costó agacharse a por las pelotas, moverse con soltura, llevar la iniciativa. Notó, sin duda, la fatiga acumulada durante su gesta parisiense y acabó por perder el partido después de totalizar 24 victorias consecutivas.
No así el suizo Roger Federer, campeón en Halle los dos últimos años y que suma 25 victorias seguidas sobre hierba, que venció al sueco Robin Söderling por 6-7, 7-6 y 6-4 y que, de esta manera, deshace su empate a puntos con Nadal en lo que va de temporada.
"Soy el de siempre", aseguró Nadal. "Es mi primera derrota en la ronda inicial este año", añadió; "sólo he ganado un torneo y, dentro de dos semanas, llegaré preparado a Wimbledon. Estaré en Londres cinco días antes para estar habituado y dispuesto al estreno".
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