La derrota del terrorismo
Qué interesante volver a los textos para combatir las tergiversaciones. Por ejemplo, al de la resolución del Grupo Parlamentario Socialista sobre la lucha contra el terrorismo. Resolución aprobada en el Pleno de la Cámara con los votos de todos los diputados, a excepción de los populares. El texto en cuestión puede leerse cuantas veces se quiera, del derecho y del revés, sin que sea posible encontrar la palabra negociación. Un vocablo fantasma que ha sido enarbolado por algunas asociaciones de víctimas y por los dirigentes del Partido Popular para convocar la manifestación del sábado pasado en Madrid.
Volvamos al texto literal, donde lo más que se llega a decir es que "convencidos como estamos de que la política puede y debe contribuir al fin de la violencia, reclamamos que, si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia, respetando en todo momento el principio democrático irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverse únicamente a través de los representantes legítimos de la voluntad popular. La violencia no tiene precio político y la democracia española nunca aceptará el chantaje".
La resolución empieza por subrayar que la violencia terrorista es moralmente inaceptable y absolutamente incompatible con la democracia, así como la radical falta de legitimidad de quien intenta, mediando la violencia, imponer cualquier idea u objetivo a la voluntad y soberanía de los ciudadanos. Luego, reclama como condición imprescindible la unidad democrática de los partidos; expresa la solidaridad con las víctimas; afirma que nadie mejor que ellas para defender los valores de convivencia; declara su pleno apoyo al conjunto de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y a la Ertzaintza, de cuya capacidad y eficacia depende la erradicación del terrorismo, la prevención de los atentados, la persecución de los autores y la protección de los derechos democráticos, empezando por el derecho a la vida. Resalta también el texto citado la importancia de la colaboración internacional, particularmente en el seno de la Unión Europea, a fin de prevenir atentados y evitar la impunidad de quienes los cometen. Destaca la moderación de la sociedad al reaccionar contra las agresiones terroristas y hace un llamamiento para trabajar en pro de la desaparición de las actitudes fanáticas intolerantes y violentas y de la consolidación de la libertad.
O sea, que sólo después de que ETA manifestara una clara voluntad para poner fin a la violencia terrorista y se comprobaran actitudes inequívocas que confirmaran esa voluntad se apoyarían "procesos de diálogo" entre los poderes del Estado y quienes decidieran abandonar la violencia, excluyendo el pago de cualquier precio político o chantaje. Algo parecido, en definitiva, a lo que se hizo en tiempos del Gobierno ucedista de Leopoldo Calvo Sotelo con Juan José Rosón en el Ministerio del Interior y Juan María Bandrés y Mario Onaindia (indultado de la pena capital en diciembre de 1970) por la otra banda, cuando se logró la feliz desactivación de ETA político-militar. Un proceso del que tanto deberíamos aprender y que nos permitió aceptar entre nosotros a unas gentes que acabaron acampando en la democracia de todos.
Se trata de la derrota de ETA. Pero si nos instalamos en la terminología militar recordemos con Carlos Clausewitz que la política debe definir el objeto de la guerra porque la guerra tiene su propia gramática, pero carece de una lógica peculiar a sí misma. En definitiva, que la gramática de la guerra es la estrategia, pero la lógica de la guerra es la política. Por eso, es necesario fijar la noción del "punto culminante de la victoria" y establecer cuál es el "centro de gravedad del enemigo". Aceptemos ya que la derrota de ETA excluye la aniquilación de quienes formaron su contingente. Habrá que darles una salida.
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