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Crónica:TENIS | Rafael Nadal, campeón del torneo de Roland Garros
Crónica
Texto informativo con interpretación

Salto a la hierba

Nadal viaja hoy a Halle para empezar a preparar el torneo de Wimbledon

Carlos Arribas

Cuando Moyà, Costa, Ferrero o Bruguera ganaron Roland Garros su primera sensación fue de plenitud. Una vez alcanzado su sueño, el éxito en la pista roja de la puerta de Auteil, el resto del mundo, de la vida, tomaba un tamaño insignificante. Ya nada importaba. Ya nada podía importar tanto como una victoria en París. Y mucho menos un torneo como Wimbledon -empieza el día 20-, su ambiente grisáceo y lluvioso, su hierba, sus jugadores tremendos, sus saques de 200 a la hora... Llegado el mes de junio, llegaban las vacaciones de los tenistas españoles, de los gladiadores del polvo de ladrillo, los festejos.

No para Rafa Nadal.

Rafa Nadal toma hoy un avión en París. Su destino no es Palma de Mallorca, el sol, los homenajes, sino Halle, una pequeña ciudad de Alemania, vecina a Leipzig, en la que se juega el primer torneo sobre hierba del verano. En su inmensa bolsa de deporte, junto a sus raquetas Babolat con el cordaje tenso, vibrante; junto a los pantalones y camisetas que mamá Nike haya dispuesto (¿largo pirata aún? ¿verde sin mangas todavía?); junto a un par de pares de zapatillas salpicadas de rojo, suelas de desgastadas estrías laterales en V, zapatillas de tierra que permiten y favorecen los deslizamientos laterales, otros pares de zapatillas flamant, aún envueltas en papel de seda, zapatillas de hierba, de suela con decenas de taquitos, pequeñitos, redondos sobre los que el pie pivota, frena, arranca en violentos sprints hacia delante. Será la primera vez en dos años que Nadal las calce, la primera vez en dos años en que juegue en hierba.

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Desde Wimbledon 2003, cuando tenía 17 años, cuando se convirtió en el primer menor de 18 años que alcanzaba la tercera ronda un par de décadas después de que lo hiciera Boris Becker, Rafa Nadal no había vuelto a jugar en la superficie del verano. "Lo va a notar", dice, por teléfono desde Manacor, Joan Forcades, su preparador físico desde los 12 años, "va a notar bastante el cambio porque ésta es una superficie en la que se juega sólo un mes al año, para la que es muy complicado efectuar una preparación específica".

"El primer cambio brusco va a ser el de calzado, obviamente, pero es un asunto controlado, que no le debería crear problemas", dice Forcades. "Más complejo es el asunto a nivel muscular. En pista de hierba se juega con el cuerpo más flexionado, se hacen muchas flexiones de cadera y rodilla y las demandas son diferentes".

En hierba se juega más flexionado, casi agachado, porque el juego natural es el cortado, el golpe en el que la raqueta va de arriba a abajo, no el liftado de la tierra, del que los españoles y argentinos son los maestros. Cuando llega al rival una pelota liftada el bote es alto, se puede devolver casi a la altura del pecho, nunca más abajo de la cadera.

La pelota cortada es otra cosa. La cortada, a la que Nadal, el rey del lifting, del golpe a la pelota de abajo a arriba, deberá acostumbrarse -y para ello jugará el doble en Halle, junto al también zurdo Feliciano López- cuando toca la hierba corta y siempre ligeramente húmeda sale escupida, casi a ras de suelo, a una velocidad supersónica. El tenista que espera apenas tiene tiempo para armar el brazo, para preparar el golpe. Hay que actuar rápido, con movimiento cortos, al estilo Agassi, al ritmo Federer. Nadal, en ese sentido, es de los jugadores de los llamados especialistas en tierra de los que menos se prepara para el resto. Y el jugador sobre hierba sigue flexionado porque los siguientes golpes típicos son la volea baja y el botepronto.

Aunque lo primero es el saque. Durante meses de trabajo con mancuernas vibratorias, Nadal llegó a alcanzar velocidades próximas a los 200 kilómetros por hora. O sea que la velocidad no será un problema. Tampoco la fiabilidad. Durante Roland Garros, Nadal ha manejado un porcentaje superior al 70% en el primer servicio, un número excelente. Y después, a esperar. "Se le van a cargar mucho los músculos extensores de la cadera, o sea, los glúteos. Y para evitar la sobrecarga deberá hacer un buen trabajo cotidiano de estiramientos", advierte Forcades.

El trabajo de Forcades con Nadal a lo largo de los años ha sido atípico. Más que en la fuerza o de la potencia -argumentos de los que genéticamente está excelentemente dotado el tenista de Manacor-, más que en la resistencia aeróbica -que se trabaja en sesiones de footing- Forcades ha trabajado con Nadal sobre todo en los aspectos de prevención. En este sentido, un concepto básico es el de la propiocepción, es el trabajo en superficies inestables con balones medicinales, elásticos y poleas para controlar el cuerpo en todo momento en todo espacio, es el trabajo con resistencias y sobrecargas elásticas para que el cuerpo se mueva en los diferentes planos y direcciones para los que el cuerpo está diseñado con el objetivo de preservar la salud articular y controlar activamente la musculatura profunda y la estabilidad.

"Y todo ello acompañado de trabajo compensatorio que intente minimizar las agresiones al equilibrio muscular", dice Forcades. "Porque no hay que olvidar que el tenis se basa a la vez en la fuerza explosiva y en la coordinación muscular. Y en ambos aspectos destaca Rafa Nadal".

Nadie espera que Nadal en la hierba que hoy comenzará a pisar en Halle transforme su juego, se convierta en un jugador de saque y volea. Nadal seguirá jugando desde el fondo de la pista, jugará a la contra, desplegará toda su maestría a la hora de sobrepasar al jugador que suba a la red, su dominio del globo, su extraordinaria ejecución del passing de revés, cuyo secreto reside en que Nadal, pese a jugar de zurda es un diestro natural. Así, muchas veces para él, el golpe de revés a dos manos no deja de ser un drive ejecutado con la derecha. "Sí, sí", dice Forcades, "pero nunca hay que olvidar la tremenda calidad de sus apoyos".

Si a Nadal le va bien en el cuadro individual de Halle, su séptimo torneo en 10 semanas, en el que parte como tercer cabeza de serie y en el que debuta mañana frente al alemán Waske, llegaría el sábado a semifinales donde le esperaría, si no patinara antes, Roger Federer. Sería, ocho días después, la repetición de la histórica semifinal de Roland Garros. Lo que no estaría nada mal.

Nadal, junto a Zinedine Zidane, con la copa de Roland Garros.
Nadal, junto a Zinedine Zidane, con la copa de Roland Garros.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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