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Reportaje:

Nadal es más que una estrella

El mallorquín, de 19 años, conquista con enorme autoridad Roland Garros en su primera participación

Santiago Segurola

Si la precocidad es un valor añadido en el deporte, que espera un nuevo mesías en cada generación, Rafael Nadal tiene todos los números para convertirse en algo más que una estrella. Ganó Roland Garros dos días después de cumplir 19 años, en su primera participación en el torneo, tras batir en la semifinal a Roger Federer -un tenista excepcional- y a Mariano Puerta en la final. Puerta puso a prueba todas las condiciones de Nadal. El jugador argentino aprovechó todas los resquicios técnicos, atléticos y psicológicos para someter a su joven rival a una durísima prueba. Pero Nadal salió vencedor en un partido que se le complicó por varias razones. Por un lado, su adversario desplegó un juego extraordinario en el primer set. Por otro, Nadal llegó al partido en condiciones casi nunca vistas en el deporte. Era el favorito en su primera final en Roland Garros, en su primera participación en el torneo, en su primer gran desafío mundial. Mats Wilander o Michael Chang, ganadores aún más precoces que el español, disfrutaron de la ventaja de la sorpresa para conquistar París. Nadal llevaba el peso añadido que ningún inexperto quiere. Eso quiere decir que estamos ante un tenista que dispone de una extremada capacidad competitiva y de una singular serenidad para afrontar retos de gran calibre.

No quiere ser un gran jugador. Quiere ser el mejor y marcar una época, si es posible
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La victoria de Nadal ofrece varios perfiles. En primer lugar certifica la tremenda autoridad de los tenistas españoles en las superficies de tierra y particularmente en las pistas de Roland Garros. Han pasado cuatro generaciones de tenistas desde que Santana conquistó el torneo en los años sesenta. Desde entonces, otros seis tenistas españoles han ganado en París, cinco de ellos en los últimos 15 años. No hay nada de casualidad, por lo tanto. Pero a diferencia de sus predecesores de la última generación, Nadal no pretende acotar sus habilidades. Recientemente declaró que su objetivo es conquistar Wimbledon algún día. Esto habla de su ambición y de su voluntad de dominar el mundo del tenis. No quiere ser un gran jugador. Quiere ser el mejor del planeta y marcar una época, si es posible. Todo esto le convierte en una estrella emergente del deporte, no sólo del tenis.

Otra característica ha presidido su imparable irrupción. Es un jugador con gancho, un carismático, una condición que va más allá del carácter o de la ventaja que siempre supone lo novedoso. Se vio en Sevilla, cuando derrotó a Andy Roddick en la final de la Copa Davis. La gente quería una dosis masiva de Nadal, sin importarle su inexperiencia o la polémica que se desató tras su designación como titular del equipo por encima de Juan Carlos Ferrero. Ahora se enfrenta a un salto vertiginoso: convertirse en un ídolo de masas, en una estrella pop, pues ése es el papel que ahora cumplen las figuras que son algo más que estrellas del deporte. En la pista, Nadal ha demostrado una entereza imprevista en un chico tan joven. También tendrá que demostrarla fuera de las canchas, tras su coronación como nuevo héroe del deporte, con toda la carga que eso significa.

Nadal señala al cielo desde el suelo tras conseguir el último punto y conquistar el torneo.
Nadal señala al cielo desde el suelo tras conseguir el último punto y conquistar el torneo.REUTERS

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