_
_
_
_
Tribuna:LA CIUDAD A DEBATE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Villaverde desde una mirada cercana

Llegué a Villaverde con 12 años. En Villaverde viví mi adolescencia, mi juventud, mis primeros pasos como maestro, en el colegio público San Roque, cuyos alumnos procedían de la UVA (Unidad Vecinal de Absorción). Aquellas UVA eran poblados prefabricados en los que se realojaba "provisionalmente" a los chabolistas. En el centro de la UVA se alzaban la parroquia y la cátedra José Antonio. En la iglesia se reunían las asambleas de obreros de las fábricas cercanas en conflicto y en la cátedra se daban clases de adultos, macramé, costura y se reunían algunos grupos de jóvenes organizados en la parroquia. Asociaciones de cabezas de familia, alguna asociación cultural, deportiva y poco más. Las Comisiones Obreras y "el Partido" estaban presentes en todos estos espacios sociales.

Es fácil anunciar e inaugurar en la interminable campaña electoral de Madrid

De aquellas gentes de Villaverde aprendí casi todo cuanto sé sobre derechos ciudadanos, defensa de los trabajadores, ansias de libertad y de vida en democracia, necesidad de una escuela y sanidad pública, deseos de una sociedad que centre sus esfuerzos en mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos y especialmente de los más desfavorecidos.

Paseaba este fin de semana por un parque de Villaverde con mi madre. Ochenta y dos años, de los cuales ha pasado más de 35 en este barrio del sur. Mientras mi madre saludaba a las vecinas, madres de algunos de mis mejores amigos de la juventud, no podía dejar de pensar en Manu, ese chaval recientemente asesinado en un parque de Villaverde. No podía dejar de pensar en sus padres, hechos de la misma pasta que esos miles de mujeres y hombres que construyeron Villaverde.

Unos padres que contra viento y marea, en estos días extraños, duros, inexplicables, dolorosos, llaman a la calma de sus vecinos y les piden tras la manifestación: "Llevaos a vuestros hijos a casa, que no pase nada".

Todos somos culpables de lo que está pasando. Es un problema educativo y social. Se están perdiendo los valores de todas las religiones. Una madre que expresa una sensación generalizada en muchos barrios: "Viene gente desarraigada, con un bajísimo nivel cultural, para quienes la vida no tiene valor". Y que afirma: "Hay delincuencia y se sacan muchas navajas por menos de nada".

Hay quienes alertan sobre el surgimiento de comportamientos racistas en Villaverde. No percibo el menor atisbo de racismo en estas declaraciones. Son afirmaciones que proceden de una realidad cotidiana que mi madre, o cualquiera de sus vecinas, podría suscribir punto por punto. Cada uno de nosotros diría cosas muy parecidas en las mismas circunstancias. Afirmaciones que contrastan con las acusaciones vertidas por algunos responsables políticos de la Comunidad, que culpan a la Delegación del Gobierno y al Ministerio del Interior de los problemas de Villaverde. Es cuando menos simplista intentar reducir los problemas de este distrito a un asunto de orden público y claramente tendencioso intentar descargar el problema en una parte de la Administración, cuando son muchas las administraciones competentes que por omisión o indolencia han dejado que las cosas lleguen a este punto.

Villaverde tiene las más altas tasas de paro de Madrid, cercanas al 7,5%, frente a una media del 5,8% en la capital, cuando distritos como Chamartín o Moncloa no alcanzan el 5%. Un porcentaje de paro que, en el caso de las mujeres del distrito de Villaverde, se eleva hasta el 10,61%. Un distrito que ha vivido un profundo fenómeno de deslocalización de sus industrias, las últimas de ellas Alcatel y Renault Vehículos Industriales. Una zona que ha visto, a lo largo de los últimos años, cómo los desequilibrios económicos y sociales existentes entre los distritos del sureste y el noroeste de la capital no han hecho sino aumentar.

Aquí entra en liza la inmigración. Villaverde es el tercer distrito de Madrid en implantación de población inmigrante, con un 18,2%. En Villaverde se encuentra el barrio con mayor porcentaje de inmigrantes de todo Madrid. El barrio de San Cristóbal tiene un 37,3% de extranjeros. La media de población inmigrante en la capital es del 15%, la media en la región se encuentra en el 12,9% y la media nacional en el 8,4%.

Lo peculiar de la inmigración en España y especialmente en Madrid, con respecto a otros países como Francia y su capital, París, es que el crecimiento de la población inmigrante se ha producido en muy poco tiempo. En enero de 2000 se encontraban censados en Madrid capital poco más de 100.000 inmigrantes, mientras que en enero de 2005 esta cifra superaba los 480.000. Tan sólo a lo largo del último año la población extranjera en Villaverde ha crecido un 19,9%. Es muy difícil para una sociedad, por madura y sensata que sea, integrar y asumir esta realidad y sus consecuencias en tan poco tiempo.

No conviene olvidar que este crecimiento se ha producido bajo Gobiernos del PP en el Estado, la Comunidad y el Ayuntamiento. Gobierno del Estado que aprobó, de manera unilateral y huyendo del consenso, una Ley de Extranjería que condujo a la irregularidad a la mayoría de esa nueva población. El argumento del efecto llamada para endurecer la ley, o el mismo argumento esgrimido por el PP contra el proceso extraordinario de normalización de inmigrantes pactado por el Gobierno central, empresarios y sindicatos, recientemente concluido, olvida que el verdadero efecto llamada lo producen esos empresarios desaprensivos que utilizan masivamente inmigrantes irregulares para alimentar una economía sumergida que les produce altos beneficios económicos, aun a costa de generar problemas económicos y sociales de difícil solución.

No afrontaremos la realidad y alimentaremos el huevo de la serpiente del racismo y la xenofobia, si no somos capaces de que la Comunidad y el Ayuntamiento cooperen para que distritos como Villaverde, especialmente afectados por el desempleo, por el deterioro económico y productivo, por el incremento de población inmigrante, por las carencias en materia educativa, sanitaria o de servicios sociales, cuenten con las inversiones necesarias para garantizar un mayor equilibrio y compensación de las desigualdades que les separan cada vez más de los distritos más ricos de la capital.

Es fácil cruzar acusaciones entre administraciones. Es fácil anunciar, inaugurar y hacer propaganda política en esta interminable campaña electoral que vive Madrid. Es fácil tildar de racismo o xenofobia a la explosión descontrolada de un malestar latente, que es expresión de una sensación de inseguridad creciente.

Es fácil mirar las imágenes, conmovernos con ellas y no sentirnos concernidos, sentir nuestras manos lavadas por las lágrimas. Como dice Susan Sontag, "siempre que sentimos simpatía, sentimos que no somos cómplices de las causas del sufrimiento. Nuestra simpatía proclama nuestra inocencia, así como nuestra ineficacia. Puede ser una respuesta impertinente, si no inadecuada (a pesar de nuestras buenas intenciones)". Son palabras muy duras, pero más necesarias que nunca, porque la compasión debe ser sólo el primer paso para la reflexión y la acción.

Lo necesario, lo imprescindible en estos momentos, aunque sea difícil, es que los compañeros de Manu, sus padres, los habitantes de Villaverde, extranjeros o no, sientan que todos en esta ciudad estamos con ellos, que no toleraremos violencia alguna, que la Policía Nacional y la Municipal, que la Administración de justicia, sean implacables con los violentos y que estemos convencidos de que la convivencia consiste en algo más que declaraciones de buenas intenciones. Tiene más que ver con la cooperación de todas las administraciones, de las asociaciones vecinales, de los empresarios y los sindicatos, de otros actores sociales, para intervenir de manera decidida en el desarrollo económico y social del distrito y en el bienestar de sus ciudadanos. Gobernar exige voluntad, sensatez y unidad de todos para invertir en convivencia y luchar contra la violencia. El tiempo no juega en este caso a nuestro favor.

El autor repasa sus recuerdos del distrito

donde pasó su infancia y que sigue sufriendo,

pasados los años, problemas de marginalidad.

Francisco Javier López Martín es secretario general de CC OO-Madrid.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_