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La policía desarticula una red que traía brasileñas para prostituirlas

Once de los catorce responsables de la trama son españoles

La policía ha desarticulado, en una operación en la que han sido detenidas 68 personas, una organización dedicada a la introducción ilegal en España de cientos de mujeres brasileñas que luego eran obligadas a ejercer la prostitución en clubes de alterne de Andalucía y Extremadura. Según la policía, los detenidos son los 14 responsables de la red, 11 españoles y tres brasileños, y 54 mujeres, la mayoría brasileñas.

A los 14 principales cabecillas de la organización criminal se les imputan delitos contra los derechos de los ciudadanos extranjeros, contra los derechos de los trabajadores y relativos a la prostitución. Pero, además de ellos, han sido arrestadas 54 mujeres, la mayoría de ellas brasileñas, por encontrarse en situación irregular en España, a las que se ha incoado el correspondiente expediente de expulsión. De las 68 detenciones practicadas en la operación, 23 lo han sido en Sevilla, 14 en Almería, 25 en Badajoz y 6 en Cáceres.

La investigación se inició al descubrirse una organización encabezada por un matrimonio formado por un español y una ciudadana brasileña, dueños de varios clubes de alterne en los que trabajaban y ejercían la prostitución un gran número de extranjeras, la mayoría de origen brasileño. Todas habían sido traídas a España desde su país cobrándoles elevadas cantidades de dinero y habían sido obligadas a prostituirse para pagar la deuda.

La organización tenía una distribución geográfica internacional, que operaba a través de una infraestructura creada en Brasil, país de captación de las mujeres, y en España. En Brasil, varias personas reclutaban a las mujeres, aprovechándose de su precaria situación económica, social y cultural, y prometiéndoles un trabajo bien remunerado. Las mujeres, muy jóvenes, estaban separadas o divorciadas, con varios hijos a su cargo y su nivel cultural era bajo.

Solvencia económica

Los componentes de la red brasileña les facilitaban los pasaportes, los billetes de avión y el dinero necesario para acreditar en la frontera solvencia económica, aparentando un viaje de turismo. Y, por último, las instruían para poder contactar con la organización en el aeropuerto de Madrid o de París. Los propietarios de los negocios las recogían para llevarlas a sus clubes o utilizaban a gente de su confianza.

Una vez en España, les exigían 3.000 euros por los gastos de traslado y colocación, obligándolas a ejercer el alterne y la prostitución en sus clubes hasta satisfacer la deuda.

Para alargar todo lo posible el periodo de pago, los responsables de los clubes les cobraban 50 euros por el alojamiento, cantidad que se reducía a 10 si accedían a alternar con los clientes. También les prometían repartir con ellas, al 50%, el precio de las consumiciones que hicieran tomar a los hombres que entraran en el local, pero sólo a partir del momento en el que consideraran saldada la deuda.

El horario habitual de trabajo iba desde las seis de la tarde hasta las cuatro y media de la madrugada y sólo libraban un día de cada 21. En algunos casos, las mujeres sufrieron amenazas y palizas por parte de alguno de los responsables de los negocios, que operaban como sociedades mercantiles y que, según los investigadores, obtenían beneficios astronómicos.

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