Esculturas musicales para viajar por el mundo
Cuando François Baschet se dispuso a dar la vuelta al mundo, tras la II Guerra Mundial, se dio cuenta de que viajar con una guitarra era un pasaporte seguro para obtener invitaciones gratis y algo de calderilla. Había un pequeño problema: necesitaba una guitarra portátil y plegable para poder guardarla en su mochila. Así nació la guitarra hinchable realizada con una especie de flotador. Este ingenio, que también se puede ver en la exposición ¡Música... más música! del Museo de Cosmocaixa, es parte de la colección que el escultor acaba de donar al museo. Desde que construyó su guitarra, François Baschet y su hermano ingeniero Bertrand han fabricado más de 1.000 esculturas musicales.
Construidas con aluminio, acero y plástico en tonos negros, rojos y metálicos son capaces de emitir sonidos armónicos diversos. Un concierto realizado con estos originales instrumentos inauguró la exposición en Madrid el pasado jueves. Son el producto de la investigación de estos hermanos que desde los años cincuenta, han investigado en el campo de una escultura de participación que incorporara una dimensión sonora no electrónica. El resultado de la obra de estos artistas es parecido a los móviles de Alexander Calder pero con música.
Pero además de hacer arte, los hermanos Baschet tenían una intención mucho más ambiciosa, según explica François, que ahora tiene 84 años: "El arte, la belleza debe servir para hacer feliz a la gente. Cientos de estudiantes de Formación Profesional han colaborado en estas obras y en otras que están en las principales capitales de Europa. Fuentes, relojes, o esculturas urbanas musicales llevan la firma de todos estos jóvenes que se han sentido artistas", asegura François, orgulloso de su obra.
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