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Crónica:FÚTBOL | 38ª y última jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

La venganza de Benítez

El Valencia se queda fuera de Europa pese a ganar a Osasuna, que entra de rebote en la UEFA

Era agosto y Benítez, desde Liverpool, preguntaba si la gente de Mestalla lo reclamaba. Pues no, fue la respuesta. El público parecía esperanzado por el regreso de Ranieri. Nueve meses después, sin embargo, la vida ha dado muchas vueltas. Fracasó Ranieri primero y después Antonio López, al tiempo que Benítez ganaba la Copa de Europa con el Liverpool. La ecuación fue resuelta para la afición de Mestalla, que ayer exhibió pancartas de homenaje a su ex entrenador. El Valencia completó ayer con una victoria inútil un annus horribilis que le condena a las galeras de la Intertoto. Osasuna, en cambio, se quedó con la Copa de la UEFA gracias a su apuesta por la Copa del Rey, de la que es finalista, y el éxito liguero del Betis, que empató en Palma.

VALENCIA 1 - OSASUNA 0

Valencia: Palop; Ruz, Ayala (Marchena, m. 46), David Navarro, Carboni (Sissoko, m. 56); Rufete, Albelda, Fabio Aurelio, Vicente; Aimar; y Mista (Angulo, m. 75).

Osasuna: Sanzol; Expósito, Cruchaga, Josetox, Corrales; Valdo (Ortiz, m. 75), Puñal (David López, m. 51), Muñoz, Moha; Aloisi (Iván Rosado, m. 85) y Milosevic.

Gol: 1-0. M. 81. Aimar, de cabeza, tras un doble remate, después de un centro desde la derecha de Rufete.

Árbitro: Mejuto González. Amonestó a Muñoz, Palop, Ruz, Marchena y David Navarro.

Unos 25.000 espectadores en el estadio de Mestalla.

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Los jugadores dan sus camisetas a los Yomus, que les habían intimidado la semana anterior

El partido resultó una birria, como no podía ser de otra manera, con menos intensidad que un choque de pretemporada. No tanto para Osasuna, que se lo tomó como un entrenamiento para la final de Copa que disputará el día 11 ante el Betis. Un buen entrenamiento.

"Benítez, crack". Una pareja de novios se besaba despreocupada antes del inicio del partido mientras, ante ellos, una leyenda evocaba al ex técnico. No es que fuera un clamor el recuerdo del entrenador madrileño, que no despierta pasiones en Mestalla, es cierto, pero sí queda la evidencia de que cualquier tiempo pasado fue mejor. La diferencia es abismal entre aquel Valencia que trituraba poco a poco a su rival y este equipito sin alma que ha llegado al final del curso sin energía ni ambición ni recursos. Enmohecido. Con la mayoría de sus futbolistas tremendamente devaluados. Caso de Ayala, que representa un ejemplo extremo. Baste recordar al exuberante Ayala que conquistó casi solito la Liga el curso pasado en el Sánchez Pizjuán, con una actuación suprema, y compararlo con el Ayala de ayer ante Osasuna. Y, claro, entre uno y otro sólo queda una cosa en común: la agresividad. El resto ha desaparecido: ni la eficacia, ni el orden ni el empuje. Nada. Y quien dice Ayala dice Albelda, Rufete o Mista, sombras de lo que fueron. Un vestuario, por cierto, que se alegró en gran parte de la marcha inesperada de Benítez, a quien bautizaron como El Diego, en alusión a Maradona, por su creencia de hacerlo todo bien. Seguramente porque las relaciones personales se habían deteriorado muchísimo en los tres años que compartieron camerino. Pero lo que es indudable es que les sacó partido.

Cosa que no han conseguido ni Ranieri primero ni después Antonio López. El trabajo de López ha resultado muy decepcionante. Nunca un entrenador disfrutó de una acogida tan cálida por parte de los medios y del vestuario. Todos lo saludaron con algarabía, puesto que venía a deshacerse del criticado Ranieri. Pero López no supo aprovechar el viento en la cola. Naufragó a la hora de motivar a sus jugadores, un aspecto que se suponía su fuerte toda vez que, como segundo de Benítez, mantuvo una excelente relación personal con casi todos ellos. Erró en la lectura de los encuentros y también en la elección de los jugadores, faltándole decisión para dejar a vacas sagradas en el banquillo: no se atrevió con un cansadísimo Albelda y se atrevió tarde con Cañizares. Cuando lo hizo, el meta internacional ya había propiciado varios puntos menos con fallos clamorosos. Más todavía cuando se ha visto posteriormente que Palop estaba en un estado espléndido de forma: ayer volvió de nuevo a salvar a su equipo de la derrota con un par de intervenciones decisivas.

Así lo ha admitido el público de Mestalla, que, harto de que se la den con queso, ayer decidió desertar de su estadio por mucho que el equipo pudiera jugarse alguna remota opción de entrar en la Copa de la UEFA. Ni media entrada. La grada no creyó en el milagro; entre otras razones, porque entendía que no lo había merecido. Y se dedicó a aplaudir lo que llegara de otros campos, aunque fuera contradictorio: saludó con aplausos tanto el gol del Levante como la posterior reacción del Villarreal. El caso era aplaudir algo. Desde muy lejos, desde Inglaterra, se consumó la venganza de Benítez.

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