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Columna
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Tiburón

Manuel Vicent

La embarcación de pesca patroneada por uno de los hermanos Aulet faenaba la gamba roja en el talud del canal, a 20 millas de la costa de Denia y a media mañana, de pronto, quedó lastrada por una fuerza muy dura. A bordo los marineros pensaron que la red se había enrocado o tal vez había cargado una bola de fango. Pusieron en marcha la maquinilla hidráulica para izar el copo a la superficie y al final del combate vieron que la red había atrapado a un tiburón peregrino de siete metros de largo. Este pez no duerme; si deja de navegar se muere; necesita moverse continuamente para poder oxigenarse a través de las branquias, por eso llegó muerto a flor de agua. Ante la imposibilidad de subirlo a cubierta la tripulación lo abarloó, apartado de la hélice, a un costado de la embarcación y al contrario de lo que sucedió con el pez aguja de la historia El Viejo y el Mar, de Hemingway, que los escualos del golfo lo dejaron sólo con la raspa antes de que el pescador ganara tierra, este tiburón fue respetado a su vez por las gambas , que también pueden ser asesinas, y llegó entero al puerto de Denia, donde una grúa de seis toneladas lo depositó en el muelle y allí nadie supo qué hacer él, salvo admirarlo. El hígado de este tiburón constituye la cuarta parte de su cuerpo en peso y tamaño, y en este caso pudo haber dado 500 litros de aceite, muy apreciado desde la antigüedad como afrodisíaco. Ovidio lo recomienda en el arte de amar; Lucrecia Borgia lo usaba como crema de noche para la cara y a Leonardo le servía para ligar las tierras con que fabricaba los colores. El tiburón peregrino no es agresivo, no se come a los bañistas que se alejan de la orilla con el patinete; sólo se alimenta de larvas y plancton, y su único peligro consiste, puesto que siempre navega con la enorme boca abierta, en que si un día, durante la travesía a Ibiza, decides ser feliz y te bañas en aguas azules, podrías verte dentro de su tripa sin ser Jonás. Y si esa tripa fuera la de hembra podrías asistir a un gran espectáculo de canibalismo intrauterino. En su vientre los huevos se desarrollan hasta convertirse en innumerables embriones que comienzan a devorarse hasta que sólo queda un vencedor. Esta cría de tiburón habrá alcanzado dos metros de largo cuando la madre lo expulse de su cuerpo con un rito lleno de modernidad. Al profeta Jonás también se lo tragó un gran pez y en su vientre invocó al Señor. Después de tres días y tres noches el pez lo arrojó en la orilla en forma de tiburón y Jonás se convirtió en un poderoso constructor.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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