Demasiada fiebre
Desde hace unos dos meses se ha extendido la idea entre los agentes de los mercados financieros de que la economía está parada. Desde luego, pueden encontrarse en el ancho mundo globalizado economías que sí lo están, pero en conjunto la economía mundial exhibe un dinamismo como en los mejores momentos, lo que puede hacerse extensivo a la economía española. Lo que sí es cierto es que, mirando al futuro, los riesgos son importantes, por los grandes desequilibrios financieros entre las distintas zonas, que tienen su origen en las fuertes diferencias de crecimiento y en políticas económicas poco serias y, sobre todo, descoordinadas (en economía, más incluso que en política, el multilateralismo no parece gustar a nadie). Sirvan estas reflexiones para introducir unos breves comentarios sobre la economía española a la luz de la contabilidad nacional del primer trimestre del año conocidos esta semana.
En tiempos de bonanza, las AAPP deben gastar menos, y en tiempos de penuria, más
Como es sabido, al publicarse los datos de un trimestre, se revisan también los anteriores. Esta vez, la revisión ha sido de mucho mayor calado, pues el INE ha introducido los cambios asociados a la nueva base 2000, a la que me referí la semana pasada. De estos cambios, cabe destacar, entre otras, las siguientes conclusiones. La primera, que, si ya los datos anteriores ponían de manifiesto que la fase recesiva del último ciclo había pasado de puntillas por España, los nuevos lo confirman todavía más. Desde 2001, el crecimiento interanual mínimo del PIB, allá por el cuarto trimestre de 2002 (gráfico izquierdo), ha sido del 2,4%, cuando otras grandes economías europeas registraban tasas negativas. La segunda, que la recuperación iniciada en 2003 continuó en 2004 y en el primer trimestre de 2005, lo que se ve ahora con más claridad, pues los viejos datos mostraban un frenazo de dicha recuperación a lo largo de 2004. La tercera, que este mayor crecimiento va acompañado de unos desequilibrios también mayores, que tienden a agudizarse rápidamente, lo que plantea dudas renovadas sobre la duración de esta coyuntura. La cuarta, que ahora se entienden mejor algunas cosas, como el fuerte crecimiento de los ingresos públicos, que ha posibilitado la mejora del déficit público.
Respecto a esto último, ahora queda más de manifiesto que la política fiscal que se viene haciendo desde 1999, y que continúa casi en los mismos términos en la actualidad, no ha sido la adecuada. La idea del déficit cero que tanto nos vendieron no basta, y desde luego, las peticiones de más gasto y déficit público que se oyen ahora desde algunas posiciones políticas son suicidas. Algunos han olvidado algo tan elemental como que en tiempos de bonanza las AAPP deben gastar menos y en tiempos de penuria, más (regla que adquiere más consistencia desde que España ha perdido los instrumentos de la política monetaria). La política fiscal que se anuncia para el próximo año debería ser claramente restrictiva y no neutra, de forma que se redujera la alta fiebre que alcanza hoy la economía española. Y, más importante aún, las reformas estructurales y la reorientación del sistema productivo son cada vez más urgentes.
Las nuevas cifras nos obligan a los analistas de la coyuntura a rehacer nuestras previsiones. Los profundos cambios en las series históricas y el hecho de que, de momento, sólo disponemos de datos homogéneos desde 2000, complican esta tarea. Pero, en todo caso, las publicadas esta semana por la OCDE (3% de crecimiento del PIB en 2005), que no han podido tener en cuenta las nuevas cifras, se quedan cortas.
Ángel Laborda es director de Coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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