Fin de leyenda en el Deportivo
Mauro Silva, que hoy se despide junto a Fran, evoca una carrera que le ha convertido en uno de los grandes iconos del club
En la despedida, Mauro Silva ha sido el mismo hombre generoso que llegó a Coruña desde Brasil en el verano de 1992. Ha encargado decenas de camisetas para regalar a los amigos y ha pagado de su bolsillo las cenas de centenares de peñistas que querían despedirle. No ha escamoteado ni una sonrisa ni una palmada en el hombro ni una entrevista. Se ha mostrado generoso hasta con los que no le han correspondido en el último momento. Nadie olvidará nunca su integridad personal. Y tampoco a un futbolista de una dimensión colosal, tal vez el mejor medio centro defensivo del planeta en los últimos 15 años. Estas son sus reflexiones en el momento de la despedida, evocando algunos de los mejores instantes de su carrera.
"Los compañeros que ya se han ido me dicen que es duro, que te quedas perdido. Yo lo llevo bien"
"Estoy tan identificado con la gente y con el club que debo dejarlo por responsabilidad"
- El trauma del adiós. "Cuesta digerir que un pintor, un músico o un actor puedan desarrollar su profesión durante muchos años, y los deportistas, aun siendo jóvenes para la vida, tengan que retirarse llegado un momento. Los compañeros que ya han dejado el fútbol me dicen que es muy duro, que te quedas perdido. Yo, sinceramente, lo llevo bien. Hay tristeza y nostalgia, pero ha sido una decisión muy meditada. En A Coruña me he sentido siempre tan identificado con la gente y con el club que pensé que debería tomar esta decisión por responsabilidad. No quería que me pasara como a otros jugadores que, después de haberlo sido todo en un club, acaban saliendo de mala manera por quedarse más tiempo del que deberían".
- Vivir con el éxito. "Tener reconocimiento social es lo que todo futbolista quiere cuando empieza. Yo siempre he intentado que el éxito no me hiciese perder el contacto con la realidad. Nosotros tenemos muchos privilegios, pero yo he tratado de pensar que por ser futbolista o por ganar dinero no estaba por encima de nadie; he tratado de acordarme de que, cuando era niño, iba a un campo de fútbol y si un jugador al que le hablaba no me hacía caso, podía quedarme toda la noche sin dormir. A todo el mundo le llega un día en que su teléfono deja de sonar. Por eso debes aprovechar bien el tiempo que estás bajo los focos".
- Los orígenes. "Vengo de una familia de clase media, de Sao Bernardo do Campo, en el cinturón industrial del gran Sao Paulo. Mi padre era mecánico en una empresa de electricidad y murió de un accidente de trabajo cuando yo tenía doce años. A pesar del fútbol, fui a la universidad y estudié informática, procesamiento de datos. Había empezado a jugar en el colegio. Y, la verdad, nunca pensé en llegar a profesional. En Sao Bernardo están las grandes factorías de montaje de automóviles de Brasil. Entonces había mucha presión del sindicato de los trabajadores y su líder era Lula, el que hoy es el presidente de mi país. Tenemos un amigo común, un abogado. Los fines de semana nos veíamos en su finca y jugábamos pachangas. Para mí fue una gran alegría que una persona como él, viniendo de esa clase social, se convirtiese en el primer presidente de izquierdas de la historia de Brasil. Le encanta el fútbol, es hincha del Corinthians y lo sigue todo. No ha cambiado con los años".
- Viaje a lo desconocido. "Cuando llegué al Depor ya había jugado unas 30 veces con la selección. Tenía un precontrato con el Roma, pero prefirieron fichar a Caniggia. Y entonces llegó una oferta de un equipo llamado Deportivo de A Coruña que yo no sabía situar en el mapa. Sólo conocía Santiago d Compostela por los libros de Paulo Coelho. Fue el equipo que puso más interés y, desde que llegué, me encantó la ciudad y el ambiente. Luego yo mismo hablé con Bebeto para intentar convencerle de que viniese. En Brasil la gente se extrañaba que fichásemos por un equipo que nadie conocía. Pero ya desde el primer año disfrutamos muchísimo. Bebeto era de los mejores jugadores que he visto nunca, con una técnica fantástica. Te garantizaba 30 goles por temporada Cuando llovía mucho, le entraban ganas de volverse a Brasil junto a su abuela. Él es así, muy humano, entrañable. Arsenio Iglesias, el entrenador, también fue una persona muy importante, a la que le tengo un enorme cariño. Nos hizo sentirnos queridos y respaldados desde el primer momento, con mucha humanidad y con una actitud casi paternal. Y su retranca era además muy graciosa".
- Campeón del mundo. "Cuando Brasil ganó su último Mundial, en 1970, yo sólo tenía dos años. En 1994 llegamos a Estados Unidos con una presión terrible y, como siempre, con muchas críticas. Parreira, el técnico, nos prohibió que leyésemos la prensa. Pero sabíamos que había un debate, que se decía que era un equipo muy defensivo. La final contra Italia la jugamos con tres pivotes: Mazinho, Dunga y yo. Era un momento importante para el país, porque este tipo de cosas le influyen mucho en su autoestima. Unos meses antes, se había vivido un trauma por la muerte en accidente de Ayrton Senna, el piloto de fórmula 1. Llevábamos 24 años sin ganar el Mundial y ya se ponía en duda que Brasil tuviese el mejor fútbol del planeta. Salíamos de la concentración en el autobús y teníamos encima tres helicópteros de las televisiones grabándolo todo. Mantuvimos muchas charlas con psicólogos. Y, encima, la final se decidió en los penaltis, sólo tres meses después de que en el Depor hubiésemos perdido la Liga por otro penalti [el fallado por Djukic ante el Valencia]. Bebeto estaba muy preocupado porque le tocó tirar el último. No le hizo falta. Antes falló Roberto Baggio. Al regreso, la primera ciudad a la que llegamos en el avión fue a Recife. Desde el aire se veían todas las calles y los edificios de blanco y amarillo. Nos pasamos 24 horas de ciudad en ciudad, subidos a coches de bomberos. La victoria no solucionó ningún problema social o económico, pero dio alegría a la gente. Una vez, el seleccionador brasileño de voleibol, Bernardinho, dijo que el suyo era el primer deporte del país. '¿Y el fútbol?', le replicaron. 'El fútbol en Brasil no es un deporte, es otra cosa', dijo él".
- El calvario. "En aquella época hice un esfuerzo terrible. Partidos y viajes constantes entre Brasil y España. No curé bien las lesiones. Y después del Mundial viví un calvario de casi dos años. Primero rompí el tendón rotuliano de la pierda izquierda y luego tuve una osteonecrosis en el astrálago del tobillo derecho. Esto último fue lo peor, porque hasta había dudas de que el hueso se pudiese regenerar y llegué a temer que no podría jugar más. Pero nunca llegué a obsesionarme. Me decía: 'Soy un privilegiado. Si no puedo jugar al fútbol, ya haré otra cosa'.
- Irureta y el vestuario. "Tras la marcha de Arsenio, vivimos momentos difíciles. Se juntaron nueve nacionalidades distintas en el vestuario y eso exige tiempo para la integración. Con la llegada de Irureta, ganamos la Liga y por fin nos liberamos de aquel gran trauma que arrastrábamos desde el 94, cuando el penalti fallado en el último minuto. A partir de entonces, el equipo ganó mucha confianza. Desde fuera siempre hemos parecido un vestuario raro, en el que había conflictos a pesar de que nos iba bien. La mayor virtud de Irureta ha sido su flexibilidad. Seguramente con otra persona, algunas situaciones hubiesen sido insalvables, porque no hubiese permitido que determinados jugadores siguiesen en el equipo. Él, sin embargo, siempre aceptó las disculpas del futbolista. Y, a pesar de los problemas, logró encauzar las energías de todos en un mismo sentido".
- La fidelidad. "Tuve ofertas importantes. Pero estaba cómodo y feliz aquí. El presidente, además, hizo un esfuerzo económico grande para que me quedara. La relación con el equipo se volvió tan profunda que decidí que ya nunca me iría. Ésta no ha sido la despedida que me imaginaba, por supuesto. Siempre idealizas las situaciones, y yo pensaba que me iría después de otro año luchando por títulos. Pero lo importante es saber que tengo el cariño de la gente. El fútbol me ha dado todo lo que tengo. No sólo en el plano material. También las vivencias, el haber conocido la cultura de otro país y de otro continente. Salí de Brasil como un chico 24 años, y hoy me considero un hombre con experiencia, con otra visión del mundo y de la vida. La tierra tira mucho, y sobre todo Brasil, con esa energía vital que te transmite. Me apetece estar allí, cerca de la familia, aunque también pasaré temporadas en España. Me siento un coruñés, un gallego y un español más".
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