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Reportaje:

El Pantani de los Andes

El ciclista venezolano Rujano rompe todos los esquemas en un Giro único

Carlos Arribas

Si alguien puede birlarle hoy al halcón Paolo Savoldelli su segundo Giro ése es un diminuto ciclista venezolano de 23 años que nunca en su vida había disputado una carrera de tres semanas y que ha penetrado en el oscuro corazón de los Dolomitas con el arrojo y la velocidad que sólo el mejor Pantani podría haber igualado. Se llama José Rujano. Mide 1,62 metros y pesa 49 kilos. Llega de Santa Cruz de Mora, en el estado de Mérida, en los Andes, donde los pueblos colgados de las laderas y las plantas de café crecen en las terrazas. Una región más cercana a Bogotá que a Caracas, una región en la que el ciclismo es, desde los años 50, uno de los deportes más populares, justo como al otro lado de la frontera.

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Desde aquellos años 50, de Colombia han desembarcado en Europa decenas de ciclistas, comenzando por Martín Cochise Rodríguez, gran pistard y enorme gregario de Felice Gimondi en el Bianchi. Años después, Lucho Herrera y Fabio Parra, y más tarde Santiago Botero han seguido su senda. Pero de Venezuela, poco había llegado hasta ahora. En España corrieron, con poco éxito, Omar Pumar y Carlos Maya. En España corre Unai Etxebarria, vasco nacido en Caracas que conserva la nacionalidad venezolana. Pero lo mejor que había llegado de Venezuela hasta ahora era Leonardo Sierra, que corrió en el Carrera con Chiappucci y Pantani, que fue el primer triunfador en la cima del Mortirolo, en 1990, y que ganó la etapa del Giro en Aprica pese a caerse varias veces en el descenso. Aparte de por aquella habilidad escaladora y aquella torpeza descendedora, Sierra es recordado en Europa por su pelea con González Arrieta durante una etapa de la Vuelta del 95.

Sierra, y no es coincidencia, había nacido en Santa Cruz de Mora, la misma ciudad en la que 14 años más tarde nació Rujano, otro ciclista gran escalador, pésimo descendedor -sus 49 kilos apenas le ayudan cuesta abajo-, otro descubrimiento de Gianni Savio, el mánager turinés que concede a los suramerianos y a los del Este la oportunidad de exhibir sus dones en la tierra del gran ciclismo. Pero Rujano es más serio en su oficio que Sierra, más ambicioso, más concentrado en su trabajo. Y encima sabe rodar en solitario, llanear, conservar la espalda recta, pedalear sin aspavientos. Y pese a su mínimo cuerpo fue campeón venezolano de persecución.

Y Rujano, que ya ha asegurado el reinado de la montaña en la carrera rosa, tiene una idea que nunca floreció ni en la mente de Sierra ni en la de casi ningún ciclista latinoamericano excepto Herrera o Fabio Parra: cree que puede ganar el Giro en el que ahora, a falta de dos etapas, marcha tercero, a 3m del líder, Savoldelli, a 2. 09m del segundo, Gilberto Simoni. Todo se decidirá hoy, entre Savigliano y Sestriere. No se subirá el Mortirolo, la montaña que hizo grande a Sierra, pero a cambio el pelotón descubrirá el Finestre (altitud 2.178 metros), una subida tremenda de 18 kilómetros al 9% cuyos últimos siete kilómetros ni siquiera están asfaltados. Podría ser un pedazo de los Andes trasladado al corazón de los Alpes. Podría ser el territorio soñado por Rujano.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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