Lo primitivo civilizado
La exposición se nos ofrece como una posible revisión de la notoria y persistente orientación de gran parte del arte del siglo XX hacia la refiguración de lo primitivo, esto es, hacia las formas espontáneas, inmediatas, toscas y rudimentarias, hacia "el trazo supuestamente ingenuo, libre de las raíces de la cultura" (occidental). De hecho, el espectador no debe esperar de ella la presentación de un recorrido histórico más o menos extenso, como el que en otras ocasiones se ha ensayado. Se trata más bien, como reconoce el propio comisario, Kosme de Barañano, de una "mirada transversal" a través de un conjunto de piezas de unos pocos artistas, y un tanto sesgada, además, por las disponibilidades y la inspiración del galerista suizo Jan Krugier. El problema estriba en la dificultad de casar "transversalmente" productos derivados de instancias tan diversas como lo son, por ejemplo, el vanguardismo constructivista de Torres-García, el primitivismo poscubista de Picasso, la muy elaborada poética neoingenuista de Dubuffet, la atormentada locura de Louis Soutter (pintando con los dedos, pero vislumbrando la proximidad de la catástrofe) o el graffitismo posmoderno de Basquiat.
EL FUEGO BAJO LAS CENIZAS
IVAM
Guillem de Castro, 118 Valencia
Hasta el 28 de agosto
Es cierto que en todos ellos, como en las obras de Germaine Richier, Gaston Chaissac y Michel Haas que completan la muestra, se atisba un elemento de resistencia a la racionalidad de la forma, y que ese elemento puede entenderse como expresión de una corriente subterránea en el arte contemporáneo (un "fuego bajo las cenizas", en la fórmula de Martin Buber, recogida por Rothko, que da título a la exposición), pero también se reconoce la huella de todo lo contrario, es decir, de un punto de partida tan impregnado de "cultura", que esa voluntad de regreso a las formas primitivas puede devenir, a veces, en un esfuerzo un tanto vano y de significación incierta.Torres-García y Picasso se interesaron, sin duda, por las formas de la plástica primitiva. Pero el primero lo hacía desde una concepción del hombre auténtico como un ser constructivo, por así decir, de nacimiento (como lo demuestran sus juguetes), mientras que el segundo lo hacía desde una pintura altamente conceptualizada y un nada ingenuo trasfondo nihilista.
Dubuffet, desde sus postulados del art brut partía del absurdo de tratar de imitar el arte de las "personas oscuras", de los no artistas. Decía Gombrowicz en su libro con Dubuffet: "Es escandaloso que la gente no haya encontrado aún el lenguaje para expresar su ignorancia", su no saber y su incultura. En realidad, sí lo ha encontrado. Aunque no está claro que sea Basquiat el más elocuente a este respecto.
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