Trasvases
Es un fenómeno típico de cierta política no pararse a calibrar los daños colaterales que el énfasis retórico puede causar. El hecho es que mientras el discurso oficial del Consell y del partido que lo sustenta, el PP, machaca hasta la náusea el victimismo anticatalán y antisocialista a cuenta de la transferencia del Ebro que se derogó, otro trasvase abre poco a poco una brecha social de descontento en el mismo corazón del mapa valenciano. Una brecha cuyo análisis no parece merecer desde la Generalitat respeto alguno. Por otra parte, con el argumento de que la obra ya estaba en marcha, los socialistas dieron por bueno al llegar al poder el trasvase Júcar-Vinalopó, confiando tal vez en que mitigarían la virulencia de la campaña conservadora con esa concesión. Fue un error, no sólo a la hora de dotar de coherencia su alternativa hidrológica, sino también de contribuir a preservar la equidad y el buen hacer. Por qué no es bueno el trasvase del Ebro y sí el del Júcar es algo que nadie en el Gobierno ha sido capaz de explicar de forma convincente. Y es comprensible que en la comarca de la Ribera crezca el malestar entre los ciudadanos con sensibilidad ecologista, pero cada vez más también entre los militantes, concejales y alcaldes de los dos partidos mayoritarios, así como entre los agricultores y los regantes, en un movimiento que la plataforma Xúquer Viu canaliza ahora mismo hacia una manifestación. Los tintes del conflicto deberían preocupar a los gobernantes autonómicos, quienes no sólo no se dan por aludidos sino que tontean con una reedición de aquel "agua para todos" de infausto recuerdo, y también a los gobernantes del Estado, que tarde o temprano habrán de poner freno a unas expectativas de recursos hídricos para las comarcas del sur que los técnicos saben irreales. La prudencia no es virtud de moda en la derecha, fascinada por la pirotecnia verbal de la "guerra del agua". Sería lamentable que su irresponsabilidad combinada con el miedo escénico de la izquierda impidieran desactivar con diálogo y sensatez ese frente interno que la efusión demagógica decidió despreciar y que se expande cada día, en las tierras del Júcar y de L'Albufera, como una inundación.
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