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Columna
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El pecado

Manuel Rivas

No puedo ser anticlerical porque no me sale. Lo he intentado varias veces, y no me sale. Lo siento. A lo más que llegué fue a silbar La Marsellesa en la plaza del Obradoiro de Santiago, pero fui de inmediato arrollado por trescientos gaiteros a las órdenes de Fraga y de Gea Escolano, que venían de presentar en Mondoñedo el Syllabus de Pío Nono. Hay que conformarse. Ya me gustaría que algún gaitero tocara un día La Marsellesa, o, en su defecto, el tango Cuesta abajo: "Sólo quiero que comprendan / el valor que representa / el coraje de querer". ¡El tango! No fue Pío IX, que fue Pío X quien lo condenó. Y la canción corría irónica por salones, conventillos y arrabales: "Dicen que el tango es de una gran languidez / y que por eso lo prohibió Pío Diez".

Necesitan enemigos, necesitan anticlericales y no me extrañaría que la emisora del Santo Oficio convoque un casting de diablos. Pero no hay. Se vacían los seminarios, pero también las escuelas de demonios. En Lisboa, el verano pasado, se convocó un Congreso Internacional de Ateos y sólo asistieron treinta personas, la mayoría infiltrados del Opus. Van a tener que recurrir a los domésticos. Creo, con toda sinceridad, que da mejor demonio Jiménez Losantos que José Blanco. Alfonso Guerra aún tenía algo de alegre Lucifer en sus mejores tiempos, pero cada día que pasa se parece más al Inocencio X de Velázquez. Y los creyentes atienden con menos turbación las homilías del padre Bono, el ministro de Defensa, no el de U2, que las hipérboles de algunos obispos que recuerdan la invocación del padre Verdín en el Ruedo Ibérico: "¡Hace falta que estalle el trueno gordo!".

Ganas dan de rezar por esta Iglesia dura que convoca a manifestarse contra un derecho, el matrimonio civil de personas del mismo sexo, que no daña a nadie y beneficia a miles. En nombre de la familia, se condenan nuevas formas de familia, unidades de convivencia y afecto. Una parte de la Iglesia y de la derecha actúan en tenaz sintonía para implantar una variante española de la "revolución conservadora" tipo USA. Pero les pasa lo que a mí, que no les sale. Se quedan en el Syllabus del XIX con la idea de que el Estado debe estar unido a la Iglesia "como el cuerpo al alma". Ese perverso matrimonio, ese pecado.

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