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Columna
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California y Florida

Durante unos días, ha visitado España el profesor Nathan Rosenberg, de la Universidad de Stanford, en los Estados Unidos, donde da clases de economía. Rosenberg está considerado un experto mundial en políticas de innovación. A lo largo de su vida profesional, ha asesorado a diversos gobiernos de su país sobre el modo de aplicar estas políticas y lo ha hecho siempre con un éxito notable. Rosenberg es un economista que goza del máximo prestigio y sus palabras se escuchan con respeto. Este respeto no es consecuencia de la edad -ha cumplido ya los 78 años- sino del conocimiento acumulado y la exactitud de sus diagnósticos.

En el transcurso de su estancia en nuestro país, Nathan Rosenberg ha pronunciado diversas conferencias sobre innovación y tecnología. En cada ocasión, ha insistido en la necesidad de que España innove y los españoles hagamos un esfuerzo para invertir más en educación y en investigación. Nuestro desarrollo tecnológico, ha venido a decir el profesor norteamericano, es insuficiente y, como consecuencia de ello, nuestra industria, basada en la manufactura, se resiente. "Ustedes tendrán que cambiar de dirección. No podrán explotar nunca más la mano de obra barata, porque ya no lo es. Si no desarrollan nuevos productos, y los incorporan después a los procesos industriales, van a tener problemas. Van a sufrir", ha dicho Rosenberg.

Yo espero que las ideas del profesor Rosenberg se apliquen pronto entre nosotros. Lo espero porque la educación y la investigación son, en mi opinión, las únicas maneras presentables y efectivas para garantizar la prosperidad de un país. No crean que todo el mundo está de acuerdo con esta apreciación tan razonable. Sin ir más lejos, los gobernantes de la Comunidad Valenciana, no confían demasiado en ella.

La semana pasada se produjo un debate interesante en el parlamento valenciano. Joan Ignasi Pla, el secretario general de los socialistas, interpeló a Francisco Camps sobre la situación de nuestra industria. No vive un buen momento la industria valenciana, que sufre la competencia de otros países donde los salarios de los trabajadores son más bajos que los nuestros. Este hecho tan evidente, que se refleja día a día en un aumento del número de parados y en el cierre de diversas fábricas, lo niegan los gobernantes valencianos, para los que, oficialmente, no existe la crisis industrial.

En el transcurso del debate, Joan Ignasi Pla sugirió que la Comunidad Valenciana siguiese el modelo económico de California, basado en la investigación y en la tecnología. Francisco Camps, sin embargo, se opuso con rotundidad a la propuesta. Descartó el modelo California -"Silicon Valley se está trasladando a la India", dijo el jefe del Gobierno valenciano- y abogó por continuar con la política actual, basada en el turismo y en la construcción.

¿Serán las ideas de Francisco Camps más acertadas que las del profesor Nathan Rosenberg? Resulta difícil responder a la pregunta. Quizá la única manera efectiva de hacerlo sea esperar unos años. Dentro de diez años, por ejemplo, de continuar las cosas como hasta hoy, podremos ver el resultado de la política de Francisco Camps y contrastarlo con el de quienes hayan seguido las ideas del profesor Rosenberg. Aunque nos arriesgamos, claro está, a que para entonces la Comunidad Valenciana, al menos tal y como la conocemos hoy, ya no exista.

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