Contaminación acústica
Pertrechada de tapones de silicona par los oídos, pastillas para dormir y toda la resignación de la que soy capaz, me dispongo a afrontar la Feria de mayo de Aracena, situada a escasos metros de casa. Sólo el que la vive puede imaginar tortura semejante. ¿Dónde se queda el límite de 55 decibelios diurnos y 65 nocturnos permitido por la OMS? Muy lejos. La policía municipal, ante la llamada de una vecina desesperada, responde con un "no podemos hacer nada sin la autorización del alcalde". Elevo mi súplica-queja al alcalde, pero la segunda noche el nivel de ruido sigue siendo el mismo.
La contaminación acústica afecta a montones de ciudadanos. ¿Hasta cuando no se va a tomar en serio este problema? ¿Cuándo se va a enterar la policía de que entre sus obligaciones está la de acudir al lugar y medir los decibelios? ¿Cuándo se van a desplazar ferias y botellones a las afueras de la ciudad? ¿Cuándo, en fin, vamos a aprender a divertirnos sin necesidad de hacer estallar los tímpanos de nadie?
Esta carta está escrita por una ciudadana que sólo pide que se le respete su derecho al descanso. ¿Es pedir tanto.
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