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VISTO / OÍDO
Columna
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Facciosos

El papel que firman seis socialistas vascos -pocos, pero de categoría política, y de lucha antigua- contra la actitud del aspirante a lehendakari Patxi López tiene varias lecturas (es fácil de encontrar: la derecha lo distribuye por todas las fuentes) y la de superficie es la de que ese personaje humilló a la presidenta de los populares vascos cuando la recibió. El fondo es otro: Patxi no aceptó los votos que el PP le ofrecía a cambio de ilegalizar al Partido Comunista de las Tierras Vascas, aludiendo a las víctimas mortales de ETA con quien quiere negociar el PSOE. Ellos no quieren. Ellos preferirían la propuesta del PP de reanudar en todos sus términos el pacto antiterrorista y proseguir la lucha armada. Después de todo, dicen, "a los socialistas y a los populares en el País Vasco nos unen más cosas que las que nos separan, cosas más importantes que nuestras respectivas ideologías". Lo que sucede es que en el conjunto de España importan más las diferencias; todo el brote de ideas y de realizaciones que están saliendo desde que el PSOE ganó el poder desbarata y ridiculiza los años en que el PP ha gobernado como un pacato, y con decisiones peligrosas de un presidente guerrero. Este presidente guerrero aceptó el plan antiterrorista que ofrecían los socialistas ante el espanto de algunos -¡yo mismo!- que conocen una tradición de la derecha española de convertirlo todo en sí misma; y en sí misma se convirtió aquel pacto que no resolvió nada, y que todavía ayer defendían en el Parlamento. Un pacto inútil, que no ahorró ninguna víctima, o que las provocó en mayor medida como respuesta.

La decisión de los socialistas españoles, unidos los vascos salvo esta facción y algunos rezongones, está ampliamente respaldada desde ayer, y lo suficientemente maldita, insultada, acosada y amenazada por la extrema derecha parlamentaria, como para saber que es necesaria y es posible que funcione, y sobre todo que es imprescindible que se pruebe. Nadie ignora que en todo crimen es la víctima la que reclama venganza, y la realidad de la justicia la que castiga: cómo se han dejado infiltrar, manipular y dirigir las víctimas de ese terrorismo por el PP es un mal asunto; la solidaridad de todos los españoles con ellos no puede impedir un desarrollo político de la cuestión. Hay que estar, naturalmente, junto a las víctimas del pasado; pero hay que estar sobre todo con las posibles víctimas del futuro y salvarlas.

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