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58º FESTIVAL DE CINE DE CANNES

Gran ovación a Lars von Trier por su segundo filme sobre Estados Unidos

División de opiniones ante un duro y violento filme del canadiense David Cronenberg

Manderley, la película con la que Lars von Trier continúa las andanzas del personaje que Nicole Kidman bordó en Dogville hace dos años, fue recibida ayer con fuertes aplausos, prolongados a todo lo largo de los títulos finales, que muestran documentos fotográficos de las penalidades de los negros en la América de nuestro tiempo: imágenes del Ku Klux Klan, de palizas policiales, del asesinato de Martin Luther King, de la pobreza en que muchos de ellos viven... La última película de David Cronenberg, Una historia de violencia, se recibió de forma dispar.

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Huida de Dogville junto a su padre, Grace (en esta ocasión interpretada por la excelente Bryce Dallas Howard tras haber rechazado la Kidman el papel), recala en Manderley, lugar donde la esclavitud sigue vigente. Grace consigue que la población negra de esa plantación de algodón logre su libertad, y organice democráticamente su propia convivencia. Sin embargo, el resultado de la experiencia no es el que Grace soñaba. Su idealismo se enfrenta a una realidad que los ex esclavos perciben mejor que ella. "América no está preparada para aceptarnos como iguales, y seguirá sin estarlo en los próximos 100 años. Las humillaciones que nos esperan superan lo imaginable. Hemos votado y decidido dar un paso atrás, e imponer la antigua ley".

Von Trier nos vuelve a dar una visión pesimista de Estados Unidos (Dogville se entendió como un alegato anti Bush), en el estilo teatral de su película anterior. No hay casas, ni puertas, ni paredes, salvo algunos muebles dispersos; la acción es narrada por una voz en off que cuenta y comenta con ironía la acción, tal como hacía en Dogville. Y de nuevo Von Trier seduce con atrevido lenguaje cinematográfico, desafiando el gusto de conservadores. Pero ya no hay sorpresa. Quienes despotricaron contra Dogville seguían ayer la proyección con devoción de convencidos.

Se quiera o no, un festival de cine es a veces el peor lugar para apreciar películas. Se cambia de una a otra sin apenas un respiro. Por ejemplo, 10 minutos después de acabar La guerra de las galaxias siguió la proyección de Batalla en el cielo, la radical y difícil película mexicana, que comienza con una felación. No hay neurona que resista cambios tan vertiginosos. (La prensa francesa, por cierto, ha puesto Batalla en el cielo por las nubes).

Y una vez más hubo que cambiar de registro para la última del canadiense David Cronenberg, Una historia de violencia, que se recibió de forma dispar. Durante la proyección, algunos asistentes soltaron risitas en momentos que consideraban ridículos, hasta que se oyó una atronadora voz que gritó en inglés: "¿De qué se ríen estos jodidos críticos?". Quizá de las referencias al lenguaje del cómic en que la película se inspira, lo que les parecería fuera de lugar, como, por ejemplo, los detalles sangrientos de rostros y cuerpos destrozados por balas o palizas.

Como su título indica, se trata de una historia de violencia, que en este caso irrumpe en un ambiente social tan aparentemente dulce y tranquilo como el del hogar de una familia tradicional. Allí se presenta un grupo de gánsteres con la intención de llevarse consigo al padre de familia, Tom Stall (Viggo Mortensen), al que llaman por otro nombre. Como en la película Caché, de Haneke, presentada hace dos días, se trata del pasado que regresa pidiendo cuentas. El personaje de Mortensen se ve obligado a enfrentarse a los gánsteres con sus mismas armas si quiere defender su vida en familia. "La violencia no es deseable, pero en ocasiones es inevitable", explica Cronenberg. De ahí que este thriller, modélicamente realizado, esté provocando un debate parecido al que en su día despertó Perros de paja, de Peckinpah, con quien Cronenberg no tiene más en común. ¿Puede justificarse la violencia, es necesario mostrarla descarnadamente? Rifirrafes morales que dan vidilla al festival, y que luego se incorporan a la publicidad del filme. Por lo visto hasta ahora, Una historia de violencia es una probable candidata al Palmarés, cuyo jurado seguramente discutirá sobre el espinoso tema de la violencia, o considerará que de lo que la película habla es del lado oculto de una sociedad sustentada sobre cadáveres.

Por su parte, el prolífico director francés François Ozon ha estrenado su nueva película, El tiempo que queda, en la sección Una Cierta Mirada. Un homosexual de 31 años padece un cáncer terminal que le permitirá vivir sólo tres meses más. El personaje repasará su vida y acabará entendiendo mejor sus relaciones con los demás, conformándose finalmente con su suerte. Nada que objetar, salvo que Ozon ha hecho esta vez una película blanda y ligeramente antigua, que no aporta gran cosa a su variopinta filmografía.

Willem Dafoe, a la izquierda, junto a Lars von Trier, ayer en Cannes.
Willem Dafoe, a la izquierda, junto a Lars von Trier, ayer en Cannes.ASSOCIATED PRESS

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