Impostores
Todo parece indicar que el señor Enric Marco no se llevaba bien consigo mismo. Es algo que le pasa a mucha gente. Uno descubre un día que su cara no le hace mucha gracia, que su trabajo es una noria absurda, que su ciudad es una villa idiota donde toda incomodidad tiene su asiento y todo triste ruido hace su habitación, que su familia es lo más parecido a una pena de privación de libertad y que su vida, en fin, su verdadera vida, está en otro lugar, en otra parte. Es la insatisfacción que poco a poco le va mordiendo el alma al personaje que no había elegido su papel. Un deseo imperioso de ser otro, de ver otro paisaje, de vivir otra vida y hasta de fallecer de otras enfermedades que no sean las propias, esas viejas dolencias conocidas que queremos olvidar para siempre. Hay individuos tan desesperados que acaban envidiando las desgracias ajenas con la misma ansiedad con la que otros envidian un primer premio de la Lotería, un Ferrari Testarrosa o un puesto de asesor municipal.
Algo de eso debió sucederle a Enric Marco, ex presidente de la Asociación Amical Mathausen hasta el pasado 2 de mayo. Hasta ese día el señor Marco impartió conferencias, presidió actos públicos, escribió libros y representó a las víctimas de los campos de exterminio nazi allá donde le requirieron. Hace un par de semanas se encontraba en Austria para asistir a las conmemoraciones del sesenta aniversario del fin del nazismo. Allí estaba él, como superviviente de los campos de Mathausen y Flossenbürg. Un viejo comunista catalán llamado Enric Marco. Ahora es sólo el cadáver de una mentira. Se ha descubierto que todo era tan falso como un duro de plomo, empezando por su autobiografía publicada en 1978. Su vida no era suya, era mera invención porque jamás pisó los campos de Mathausen ni de Flossenbürg. Fue preso en una cárcel alemana, eso es verdad, pero a partir de ahí todo es ficción, una de esas novelas históricas tan del gusto del público, tan amenas y vívidas y verosímiles. Ahora hasta sus paisanos le han dado la espalda. La Generalitat ha decidido retirarle la Cruz de Sant Jordi que le entregó en 2001. Enric Marco no existe, al menos como superviviente de los campos nazis y como portador de la Cruz de Sant Jordi. Ha sido declarado inexistente, algo peor que muerto.
Lo cierto es que Enric Marco, el actor que a lo largo de 30 años representó con toda propiedad su papel de víctima del horror nazi, es ante todo víctima de su insatisfacción, de su desasosiego existencial, de sus deseos de protagonismo. Quería ser el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. Ya lo es. No creo que podamos asimilar a este hombre con los falsos tullidos o los ciegos de pega que atraviesan nuestra picaresca. Lo suyo debe ser algo de la cabeza, del cerebro y del alma. Pero, como impostor, yo creo que merece una cierta indulgencia. Todos somos un sí es no es impostores. Todos representamos, con mayor o menor brillantez, un papel. Y lo malo es que algunos se lo creen.
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