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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Precios rígidos

La estabilidad de precios sigue siendo una asignatura pendiente de nuestra economía. Los precios de los bienes y servicios españoles siguen creciendo muy por encima de lo que sería deseable para la preservación del poder adquisitivo de las rentas y, desde luego, para la reducción de las ya acumuladas pérdidas de competitividad. La tasa interanual del 3,5% de subida del IPC acumulada en abril es una décima superior a la ya elevada del mes precedente y muy superior al promedio de las economías con las que compartimos moneda y la mayoría de nuestros intercambios.

Una señal relativamente favorable es la reducción en una décima de la inflación subyacente (excluidos los precios de los alimentos frescos y de los energéticos). Esa contención permite albergar esperanzas de que en los próximos meses, si la energía no sigue encareciéndose a similares ritmos a los del pasado, el índice general pueda enfriarse también. La flexión en el ritmo de crecimiento de los precios de los servicios es el otro elemento inequívocamente favorable. Su tasa interanual, del 3,5%, es la más baja desde que se define en la serie homogénea de los precios.

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Con todo, el diagnóstico sobre la naturaleza e implicaciones de este desequilibrio sigue siendo el mismo desde hace años. Con bastante independencia de la pulsación de la demanda, el proceso de fijación de los precios finales en nuestra economía está lejos de ser el propio de unos mercados eficientes. Las manufacturas más expuestas a la competencia exterior mantienen tasas razonables de variación, pero no así los bienes y servicios en situaciones de poder en el mercado. La ineficiencia de algunos sistemas de distribución, por ejemplo, sigue denunciando esa desigual capacidad de fijación de precios de algunas empresas, con elocuente reflejo en los márgenes españoles. Las autoridades, por tanto, antes que dinamizar la economía, han de procurar generar incentivos para modernizarla, para desplazar la actividad hacia sectores más eficientes y con una intensidad tecnológica mayor. Si así se hace, modernización será sinónimo de garantía de estabilidad a medio plazo.

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