_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Suma de ausencias

Dos espadas atravesaron mi cerebro en la tarde del martes: un ángel exterminador me impidió asistir a la entrega de los Premios Ortega y Gasset en el Círculo de Bellas Artes y un serafín de Alcorcón, enviado por Las Supremas de Móstoles, no me dejó tampoco que asistiera a la presentación del libro 'El Caso' cerrado, de mi admirado Eugenio Suárez. Y cuando el acero de las dos tizonas me atizó sin piedad me acordé del libro Espadas como labios, del gran Vicente Aleixandre, un libro dedicado al madrileño Dámaso Alonso, quien, como demuestra su correspondencia, trabajó a fondo, y con éxito, para que Aleixandre obtuviera el Premio Nobel. Pretendí disfrutar en mi adolescencia con la lectura de Espadas como labios pero, ay, Javhé nunca me dio la llave que me abriera aquellos arcanos. Por si aún estoy a tiempo de descubrir el placer de estos versos, abro Espadas como labios y me topo, en el sexto poema del libro, con este título disuasorio: "Ya es tarde". Le hago caso al maestro y vuelvo a leer EL PAÍS con la esperanza de que algún redactor se haya consentido alguna rima más o menos disimulada.

En la nublada mañana del pasado miércoles leo en este periódico la información sobre la entrega de los Premios Ortega y Gasset y para, al menos, en la información del día siguiente no perderme nada, comienzo por el principio, o sea, como hizo Dios cuando se lanzó a crear el mundo y empezó por separar la luz de las tinieblas. Aunque tampoco puedo olvidarme de que Salman Rushdie acaba de decir también en EL PAÍS que la creación, tal como la cuenta el Génesis, es puro cuento.

En la entradilla de la noticia de la entrega de los Premios se mencionan los magníficos trabajos del fotógrafo Pablo Torres -una fotografía suya resume el horror del 11-M-, de las periodistas Leticia Álvarez y Rosana Lanero de El Comercio de Gijón -su investigación en Asturias desvela la trama que se escondía detrás de los atentados de Madrid- y de Mauricio Herrera, Giannina Segnini y Ernesto Rivero, miembros del equipo de investigación del diario costarricense La Nación. Hicieron un trabajo admirable denunciando un caso de corrupción. Abrió el acto Jesús de Polanco, presidente del Grupo PRISA, y lo clausuró el historiador Santos Juliá, que disertó "sobre la presencia de los intelectuales en la prensa".

Y cito, literalmente, el texto de EL PAÍS, y leo en éxtasis la rima al mezzo de "presencia" con "prensa". El redactor que escribió esta rima asonante de presencia con prensa -ahora los manuales de métrica la llaman rima parcial, en lugar de asonante, porque sólo coinciden en la rima las vocales, y a la rima consonante la llaman rima total- me ha salvado, en mi mono de versos, mientras un querubín de la calle de Serrano me insufla en el cerebelo estos versos del poema Súplica de Espadas como labios: "Dicha, dicha, navío por el brazo, / por la más difícil coyuntura, / por donde si aplicamos el oído / se oye el rumor de la caricia extrema". El verso "dicha, dicha, navío por el brazo" me gusta. Pero ese "por la más difícil coyuntura" no deja de sonarme cómico aunque no parece que aquí Aleixandre quisiera hacer ningún chiste. Y ¿qué decir de ese "se oye el rumor de la caricia extrema"? ¿Nos está diciendo el poeta que la caricia viene de Cáceres? ¿O quizá nos está insinuando que la caricia viene de Badajoz, que es la tierra de Manuel Soriano, el director general de Telemadrid que tantas alegrías le está dando a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre? Esto es lo bueno de la poesía incluso aunque no sea muy buena: quien lee se pone a soñar y termina oyendo Lucy in the sky with diamonds, aquella psicodélica canción de los Beatles, que ahora ha dado pie, con el solo cambio de la primera palabra, a la novela Violeta en el cielo con diamantes (Alfaguara) que presentó, el miércoles pasado, Fernando Royuela. Y tercera ausencia a un acto deseado en las vísperas de san Isidro.

Leo el extracto del discurso del historiador Santos Juliá, admiro su excelente prosa pero no logro concentrarme en sus sólidas ideas. Y la memoria me trae otra inexcusable ausencia mía: Ignacio Amestoy presentó en el Círculo de Bellas Artes, el lunes pasado, su libro Ederra y Cierra bien la puerta, que reúne estas dos obras teatrales publicadas por Cátedra. Manuel Quiroga Clérigo presenta su libro Las batallas de octubre en el Hogar de Ávila, de la calle de Caballero de Gracia. "En Ávila mis ojos...", oigo trinar a las calandrias del Retiro. Mayo, el mes de la Virgen, me arrastra a los versos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_