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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El aura viaja en microbús

La historia es un hermoso error. Nos interesan sus formas -los acontecimientos- aunque algunos descreamos firmemente de ellas. En ese asunto de condenar y condenarnos a la repetición, los humanos vivimos la misma historia una y otra vez, "espejos y padres abominables", escribió Borges, "porque multiplican el número de hombres".

Fernando Bryce (Lima, 1965) se sitúa al margen de la estética para abordar la experiencia de la humanidad como si fuera un archivo. La verdad limitada, aunque incuestionable. Y la "repite" desde una distancia crítica, como si estuviera de vacaciones de la realidad. Repetición como acción íntima que nos sitúa en la cuestión de si lo que estamos viendo es genuino o no. Y lo es. ¿Lo es? Fernando Bryce copia nuestro pasado. Como un amanuense al dictado de la historia, convierte su trabajo en una reproducción que es a la vez una obra de arte dispuesta a ser reproducida. De la "placa fotográfica de la historia", el artista puede sacar muchas copias, pero en contra de lo que suele suceder, en su caso sí tiene sentido preguntarse por la copia auténtica, ya que ésta -insistimos, la historia- sí goza de un aura, es esa "manifestación irrepetible de una lejanía, por cerca que ésta se halle", como la definió Benjamin. La cosa tiene su miga, pero analicemos cómo y dónde se cuece el pan.

FERNANDO BRYCE

Helena Tatay (comisaria)

Fundación Tàpies

Aragó, 255. Barcelona

Hasta el 10 de julio

Bryce trabaja en torno a la memoria y su representación, y lo hace a partir de series de dibujos que reproducen imágenes y documentos de archivo -mapas estadísticos, anuncios, recortes de periódico, panfletos, carteles- con la intención de rescatar a los marginados de la historia oficial o congelar en el presente aquellos asuntos y hechos considerados poco "interesantes" por las estructuras mediáticas del poder. Su método, que él denomina de "análisis mimético", se basa en la copia con tinta de documentos que vacía de archivos y bibliotecas -concretamente del Iberoamerikanische Institut de Berlín, ciudad donde reside-; son dibujos de un mismo formato que dispone en series temáticas ordenadas de forma sintética, un contrapunto a la reproducción ilimitada, descontextualizada y deshistoriada de las imágenes que nos asaltan desde los contextos más fríos del palimpsesto digital. Bryce busca desenterrar la memoria histórica colectiva, sus temas preferidos son los que conciernen a los olvidados que reclaman justicia, a los muertos que han despertado de su larga noche revolucionaria, pero también pone en evidencia al innombrable poder escondido en tantos y tan falsos heterónimos.

La Fundación Tàpies muestra

ahora el trabajo que Bryce realizó durante los últimos tres años -no se ha incluido el Atlas Perú, su obra más conocida, un "fresco" compuesto por 500 dibujos parecido a un periódico mural que mostró en 2002 en la Manifesta IV de Francfort-. Se trata de las obras tituladas Walter Benjamin y Trotsky, The Spanish Revolution, The Spanish War y Revolución, series que abordan dos momentos álgidos de las luchas sociales impulsadas por el pensamiento utópico del siglo XX: la Guerra Civil española y la revolución cubana (aquí, el artista peruano ofrece una visión crítica de las relaciones de poder entre América Latina y Estados Unidos a partir del primer periódico oficial cubano, Revolución).

En las series México y Cuba, basadas en panfletos del Ejército norteamericano, Bryce deconstruye la imagen idílica del turismo en estos países durante los años cincuenta; y en Guatemala, narra en blanco y negro el golpe de Estado contra el presidente Arbenz en 1954, cuya política reformista y nacionalista iría en contra de las propiedades de la United Fruit Company, una megacorporación que con ayuda de la CIA tumbó un gobierno legítimo. Finalmente, la serie exhibida en la Bienal de Venecia de 2003, titulada Visión de la pintura occidental, muestra las fotografías de las copias de algunas de las obras clave de la pintura occidental que durante los cincuenta se expusieron en un peculiar museo de reproducciones pictóricas de la Universidad de San Marcos de Lima -cuyo interés era la difusión del arte a través de las réplicas de pinturas hechas en offset-, que itineraron por todo el país durante más de treinta años, y que se acompañan de los dibujos de copias de los documentos y correspondencia -pequeños "monumentos burocráticos"- del museo creados durante la gestación del proyecto hasta su desaparición.

La imagen de exposición ambulante -un microbús rodando por los barrios marginales de Lima que lleva como pasajeros a la Mona Lisa o Las Meninas- recupera la idea de la autenticidad del trabajo artístico, "esa existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra". Con Fernando Bryce, el aura viaja en 'micro'.

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