_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Matones globales

La aldea global, digan lo que digan los globalizadores, amanece cada día más aldeana y menos universal, cuanto más se compacta y se organiza por arriba, desde las alturas y las superestructuras, más se fragmenta y se atomiza por abajo, sobre el terreno; el mapa no es el territorio y sus pobladores humanos no son tan previsibles como las aves migratorias, que, por cierto, ya no lo son tanto, ni tan previsibles, ni tan migratorias, pues algunas especies han cambiado de costumbres para adaptarse al factor humano...

La aldea global es un icono virtual de gran utilidad para empresas transnacionales partidarias de la deslocalización, que algunos pioneros presentan como alternativa a la inmigración: "No hace falta que vengáis a buscar trabajo aquí, ya os lo llevaremos nosotros a domicilio, que sale más barato y crea menos problemas". La aldea global funciona divinamente para los comerciantes y los tratantes, los fabricantes, y los traficantes de armas y de cuerpos, de objetos, de sueños y de pesadillas, pues hoy se comercia y se trafica, por abominable ejemplo, hasta con los cupos y los derechos de los países y sus empresas para contaminar y envenenar la atmósfera, que ése sí que es un bien global y en peligro. Sobre el terreno, la aldea global se percibe, más bien, como la aldea tribal, en la que bullen innumerables tribus, clanes y patrias, etnias, sectas, mafias, bandas y pandillas, un mundo sumergido que aflora muchas veces en las páginas de sucesos, en la crónica negra de un mundo de todos los colores menos el rosa.

En la aldea global de Villaverde le dieron un pinchazo más al globo, un suceso aislado y terrible, que asusta sobre todo por la trivialidad de sus motivos y la edad de la víctima y de su verdugo. Se pinchó la frágil burbuja y dejó escapar los pestilentes gases de la xenofobia y el racismo. Entonces, para inflamar los caldeados ánimos, aparecieron en la escena, atraídos por la pestilencia y la sangre que es su medio de cultivo, hordas de jóvenes y no tan jóvenes "neonazis", que no son precisamente nuevos ni propiamente "nazis". Si alguna vez acuden a visitar sus presuntos colegas y correligionarios alemanes, en busca de homologación y cruces gamadas de repuesto, es muy probable que sus teóricos correligionarios les apaleen, por ser extranjeros y morenos mediterráneos. Aunque gusten de la parafernalia militar, coreen infames consignas y celebren los cumpleaños de Hitler, la mayor parte de los "neonazis" nacionales no son sino matones de barrio a los que sus siniestros adiestradores han proporcionado una coartada excelente para sus acciones violentas. En la nota de la policía sobre los lamentables incidentes de Villaverde se hablaba de grupos de extrema derecha y de extrema izquierda (¿?). Los primeros aparecían referenciados en el texto con su denominación de origen, de los supuestos radicales de izquierda no aparecía una línea, ni en la nota policial, ni en las declaraciones de los vecinos, ni en las detalladas crónicas publicadas por los diarios madrileños.

Los vecinos del distrito de Villaverde se estarán manifestando quizás mientras escribo estas líneas, y lo hacen o harán por la convivencia, contra el racismo y la xenofobia y también contra la marginación que sufren en este pueblo anexionado a la capital tanto nativos como inmigrantes; nativos que en su mayor parte son hijos o nietos de otros inmigrantes, andaluces, manchegos, extremeños, llegados también a la urbe, ubre, en busca, si no de la prosperidad, al menos de una supervivencia digna. Villaverde tiene una de las mayores tasas de fracaso escolar y paro, y su población, una de las rentas más bajas de la ciudad de Madrid. Para solucionarlo, el Ayuntamiento y el Ministerio del Interior van a poner una nueva comisaría. Hace falta. Durante los disturbios que aterrorizaron el otro día a los habitantes de Villaverde durante tres horas, en los que se escucharon disparos y se apaleó a inmigrantes, la policía no consiguió detener, ni siquiera identificar, a ninguno de los agresores y provocadores.

Para el concejal de Seguridad, Pedro Calvo, lo que ocurre en Villaverde tiene más que ver con el "pandilleo" que con la proliferación de grupos neonazis o xenófobos, un tema alarmante, pero no preocupante, pues, como dijo un vocal del PP ante sus perplejos vecinos, Villaverde no es un distrito conflictivo ni marginal, sino "el distrito con más infraestructuras y mejores equipamientos de la capital...". Villaverde va bien.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_