El mejor

Animado por más de diez mil asturianos y estimulado por el tirón que Ferrari y McLaren siempre han tenido en Montmeló, Fernando Alonso se detuvo frente al micrófono de TV-3 y, ante las reiteradas preguntas en catalán, respondió siempre en castellano, como si nada, tal que lo comprendiera todo: "Ha sido la mejor vuelta que he dado en mi vida, seguro".
Alonso no se sintió incomodado y abundó en sus sensaciones desde un punto de vista muy suyo, entre engreído y seguro de sí mismo, tan soberbio como confiado. Únicamente le disgusta que le pregunten por cualquier cosa que no sea de la fórmula 1; de ahí, que se las tenga con la prensa española cuando le requiere por sus cosas y no por su coche. Puede que parezca que falten especialistas y que, de momento, los conductores sean mejores que los periodistas. No hay duda, en cambio, de que los aficionados son especialmente entendidos, en especial cuantos se reúnen en el circuito catalán, punto de encuentro obligado de la F-1 para los seguidores europeos y españoles.
Muy bien podría ser que en Montmeló se encuentren las dos maneras de entender el motor, ya sea a partir del conocimiento del mundo automovilístico o a través de la figura de un piloto. Han sido muchos los deportes que han necesitado de un ídolo para expandirse en el territorio español. El entusiasmo por el golf, el tenis o el ciclismo no se entendería sin Ballesteros, Santana o Induráin. Alonso será igualmente capital para la expansión de la F-1 en tanto que asturiano que se siente en casa cuando corre el Gran Premio de España en Cataluña.
El catalán es uno de los mejores marcos para expresarse deportivamente. Le avalan su capacidad de asociación, organización y expectación, al punto que a veces se ha acusado al hincha de ser demasiado frío por no entregarse a la causa, sino a la obviedad, salvo cuando en litigio está un asunto de honor o traición. No es casualidad que frente al individualismo o la iniciativa privada se imponga la cultura de clubes (el Barça, la Penya o el Tenis Barcelona), de federaciones (la de hockey), de agrupaciones, no necesariamente deportivas, sino también financieras, por no hablar de las mutuas. ¿Quien no sabe del RACC (Real Automóvil Club de Cataluña)?
El recuerdo de Carlos Sainz viene al pelo. El campeón pertenecía justamente al RACC. Madrileño y socio del Madrid, siempre gozó de la simpatía del público catalán, que, por tradición, sabe de coches y de conductores. Alonso sabe que ganar en Montmeló equivale a sentirse el mejor en su casa, tan cualificada como el piloto.
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