Colas y anhelos
Termina hoy el plazo para la regularización de inmigrantes. He visto cómo las colas crecían a medida que el plazo se agotaba. Parece que las cifras van a ser un éxito para la iniciativa de Zapatero. Aunque con matices.
Se publica un estudio comparado de ocho países comunitarios y no salimos muy bien parados por nuestra improvisación. Además, se nos acusa de cambios legislativos excesivos (sólo Aznar hizo cuatro en cuatro años) y de legislar normas que los tribunales han acabado anulando. Y el flojo, lioso y falso tratado de Constitución europea -me lo leí, sí- pasa vergonzosamente de puntillas sobre el asunto.
Lo importante en estos asuntos es que se legisla y se decide sobre personas, con sus problemas, sus anhelos, sus necesidades y sus temores. Porque, aunque por la actitud de algunos políticos parezca otra cosa, son tan persona como usted y como yo. Y, mal que les pese, nos enriqueceremos todos como personas.
El problema es que muchos se quieren enriquecer, pero a costa de ellos. Si no, el éxito habría sido más rotundo. Porque la única pega que le veo al sistema elegido es que depende de la buena voluntad del empresario: si éste no quiere -y muchos no han querido-, el inmigrante sigue rehén y en negro, como la contabilidad de su desalmado patrón. Si no, vean las cifras del Sureste sumergido. Algunos hasta se pasan los jornaleros como lo hacían los
traficantes y esclavistas en las plantaciones de algodón de Alabama.
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