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Columna
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Geometrías

No voy a entrar a discutir las alambicadas composiciones que construye Jaime Mayor Oreja en su artículo El triángulo, recientemente publicado en Abc. Disponer figuras con un fin determinado es una tarea relativamente fácil y la geometría ofrece una representación convincente de la razón capaz de suplir los argumentos: el triángulo, a poder ser equilátero, siempre ha representado la verdad de lo ininteligible. Si lo rellenamos con conjeturas, juicios de intenciones, juicios de valor y una teleología nada encubierta, igual hasta se acierta. Puede que sí y puede que no, es lo más que cabe decir cuando se juega con la razón a los dados y sólo hay dos opciones, o Pinto o Valdemoro. Bien, el presidente Rodríguez Zapatero lo que pretende es negociar con ETA y hacer todas las concesiones políticas a que haya lugar. El objetivo no responde además a un impulso del momento, sino a una estrategia que viene de antiguo, de hace por lo menos cuatro años, y en cuya trama pueden meter todo lo que se les ocurra. Puede que sí y puede que no, y si el señor Mayor Oreja acierta lo lamentaremos profundamente.

Lo que sí deseo discutir es su interpretación de las últimas elecciones vascas. Dice Mayor Oreja que el plan Ibarretxe no ha fracasado en las últimas elecciones, que quienes han fracasado han sido Ibarretxe y el PNV en su intento de tratar de representar al nacionalismo vasco en su conjunto. Y yo me pregunto, ¿puede el plan Ibarretxe ser defendido por el PNV si se le escapa de las manos, si no le sirve para reforzar su hegemonía? Para Mayor el plan no ha fracasado porque "es la herencia política de ETA" y ésta ha incrementado su presencia en el Parlamento vasco. Es el proyecto político del "movimiento nacionalista vasco", sigue diciendo Mayor, y como tal no habría perdido respaldo parlamentario tras las elecciones, con el agravante de que su verdadero mentor, ETA, habría adquirido un poder de arbitraje que, por lo que se ve, antes no tenía.

Se puede hacer metafísica con el plan y convertirlo en fuente de diversas emanaciones, entre las que estarían su actual redacción, Lizarra, los proyectos estatutarios del tripartito catalán -otro sucedáneo enmascarado, según Mayor-, el plan Guevara y todos los que vayan a venir, para derivar por esta cadena de avatares hasta la mente de Zapatero, Hacedor último de este desaguisado, que es hasta donde queríamos llegar. A este juego del toca y pudre ya se dedicó el PP los últimos años que estuvo en el Gobierno, pero la realidad no se atiene a formulaciones y, cuando éstas acaban no dejándonos verla, se suele presentar con ruido y catástrofe. El PP ya padeció su embestida, pero la enajenación tiene sus ritmos y cuesta, al parecer, retornar del otro lado del espejo. Le concedo al señor Mayor Oreja la existencia de un "movimiento nacionalista vasco", pero hay intereses de poder enfrentados en su seno y ésta es una realidad demasiado importante para que se le pueda escapar a un político.

ETA y el PNV pueden coincidir, llegar a acuerdos estratégicos, encandilarse uno con el proyecto del otro, y hasta coincidiría con Mayor en que a veces no se sabe quién es más miserable que quien. La etapa Ibarretxe está siendo reveladora en ese sentido. Sin embargo, mientras no certifiquemos una unión orgánica de ambos, sus respectivos intereses de poder los convertirán en rivales, incluso en enemigos, y, desde luego, ninguno de ellos se dejará zampar por el otro. En los últimos años, el PNV ha querido unificar y liderar todo el movimiento nacionalista, pero su abrazo a ETA resultó ser el abrazo del oso. Lo fue en Lizarra, aunque un azar afortunado cambió las tornas en 2001 y le permitió al PNV elaborar su plan para culminar su proyecto hegemónico. Coqueteó, jugó con la desobediencia y la ilegalidad, y pareció estar a punto de conseguir su propósito. El abrazo uno y trino de Otegi para la aprobación del plan fue otro abrazo del oso, y las últimas elecciones así lo han ratificado. Batasuna ha salido fortalecida, hasta el punto de atreverse a presentar de nuevo su programa de máximos, su Lizarra II, en su reciente reunión con el lehendakari, última torpeza de éste.

Malos tiempos para el PNV, incluso mal futuro, convertido en peonza de enanos, y malos tiempos para Euskadi. Dado que su geometría es la de la redondez de la berza, yo pido desde ya la dimisión del lehendakari Ibarretxe.

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