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Crónica:FÚTBOL | Vuelta de las semifinales de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Liverpool regresa a la gloria

Muy defensivo, pero aupado por la magia de Anfield, el conjunto de Benítez llega a la final con un gol de Luis García

Santiago Segurola

Los reds de Anfield completaron frente al Chelsea su impensable cabalgada en la Copa de Europa. Apoyado por su fervorosa hinchada, sostenido por un colosal Carragher, defendido por un pasado glorioso que nadie olvida, el Liverpool aprovechó el temprano gol de Luis García para alcanzar la final. Derrotó al Chelsea, que llegó con un aire invencible, con un reparto de estrellas que el equipo de Anfield no podía igualar. Pero en una noche vibrante por su emoción y escasa de juego, el Liverpool venció ante la sorpresa general. Veinte años después de la tragedia de Heysel, donde sus hinchas provocaron la muerte de 39 aficionados de la Juve y el comienzo de un declive que se ha prolongado hasta hoy, el Liverpool vuelve a la final del torneo que le hizo legendario.

LIVERPOOL 1 - CHELSEA 0

Liverpool: Dudek; Finnan, Carragher, Hyypia, Traoré; Hamann (Kewell, m. 72), Biscan; Luis García (Núñez, m. 83), Gerrard, Riise; y Baros (Cissè, m. 59).

Chelsea: Cech; Geremi (Huth, m. 75), Terry, Carvalho, Gallas; Tiago (Kezman, m. 68), Makelele, Lampard, Cole (Robben, m. 68); Gudjohnsen y Drogba.

Gol: 1-0. M. 4. Gerrard da un gran pase a Baros, que pica el balón ante la salida de Cech y Luis García aprovecha el rechace para marcar a pesar del esfuerzo de Gallas por rechazar la pelota en la línea de gol.

Árbitro: Lubos Michel (Eslovaquia). Amonestó a Baros.

Unos 44.000 espectadores en Anfield.

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Han pasado los tiempos en que el Liverpool dominaba el fútbol inglés con puño de hierro. Obligado a una dura reconstrucción, lastrada por su inferioridad económica frente al Chelsea, Manchester y Arsenal, es un equipo que se obliga a exprimir su limitada calidad -juega Biscan, por ejemplo- con la máxima entereza posible. Nadie podía sospechar que el Liverpool alcanzara la final después de enfrentarse a Bayern Leverkusen, Juventus y Chelsea. Pero en cada una de las eliminatorias ha superado todas las expectativas, quizá sin un gran juego, pero con una mezcla perfecta de vigor y orden defensivo. Y siempre ha tenido buen ojo para aprovechar las ocasiones que ha encontrado. Frente al Chelsea tuvo una y le dio el billete para la final. Detrás se puede apreciar el trabajo de Benítez, cuyo ejercicio táctico ha sido extremadamente importante para sostener un equipo sin demasiados recursos futbolísticos.

Cualquiera que sea la situación del Liverpool, siempre está Anfield, el peso de la tradición, el fervor de una hinchada que vive el fútbol con una intensidad abrumadora. Quizá porque la ciudad ha vivido años terribles, depauperada económicamente por la crisis industrial y el efecto del thatcherismo en los años ochenta, el fútbol ha sido un aglutinante social. Alrededor del Liverpool y la mística que comenzó a crearse alrededor del club en plena emergencia del pop, la hinchada de Anfield es un factor decisivo en el destino del equipo. A su impagable lealtad añade la exigencia que obliga al Liverpool a situarse por encima de sus posibilidades reales. No hay manera de pensar en este improbable finalista de la Copa de Europa sin el impulso de su hinchada: es cierto, el Liverpool nunca camina solo.

Con un ambiente enfebrecido, el partido arrancó de forma insospechada. Gerrard, ubicado en la media punta, levantó la pelota sobre los centrales del Chelsea con rapidez y precisión. Baros entró como un cohete y elevó el balón sobre el portero, que cometió penalti sobre el delantero ante la extraña indiferencia del árbitro, autor de un error inadmisible. Permitió que siguiera la jugada cuando el penalti anula la ley de la ventaja. En este caso el error del árbitro se exageraba más porque la acción significaba la expulsión del guardameta, lo que no es poca cosa en el cuarto minuto del encuentro. Cech se salvó de la expulsión, pero el Chelsea no salvó el gol. El globito de Baros siguió su camino a la portería. Persiguieron la pelota los defensas del Chelsea y Luis García, que metió el pie en un ejercicio de oportunismo. Nadie sabe si el balón traspasó la raya, pero el árbitro concedió el tanto, probablemente empujado por la mala conciencia.

En ese momento, el Liverpool hizo lo que el Chelsea ha hecho con casi todos los equipos: marcar pronto y manejar el encuentro. No hay duda de que el Chelsea lo hace mejor, pero el Liverpool tuvo el mérito de conceder un número muy escaso de oportunidades durante todo el encuentro. Sólo en el último minuto, después de una agonía insufrible, su defensa permitió un remate de Gudjohnsen, un remate que se antojaba gol seguro y que produjo un silencio mortal en Anfield. Y si el Chelsea no tuvo oportunidades se debió al heroico ejercicio defensivo del Liverpool y a la actuación memorable de un jugador: Jaime Carragher. Antiguo lateral derecho, reconvertido a indiscutible central por Benítez, Carragher se anticipó, interceptó y corrigió durante toda la noche. Fue el partido de su vida, una obra maestra defensiva, la garantía necesaria para que el Liverpool terminara con el mito del invencible Chelsea.

Es verdad que el Liverpool evidenció carencias impropias de un finalista de la Copa de Europa, pero el fútbol también guarda aprecio a los equipos que combaten hasta más allá de imaginable. Durante todo el encuentro, el partido de los reds fue estrictamente defensivo. No dispuso de la pelota y se encontró con una mediocre actuación de algunos de sus jugadores. Gerrard decepcionó de nuevo; Biscan fue una calamidad andante. Pero Hamann respondió en el medio campo y los defensas estuvieron impecables. Al Chelsea le faltaron ideas y caminos para encontrar la portería de Dudek. Lampard empujó, Makelele demostró su categoría como especialista defensivo, Terry y Carvalho se impusieron a Baros, Gudjohnsen tuvo una actuación notable y Robben causó pánico cuando entró a jugar con toda la caballería del Chelsea. Allí estaba todo el reparto de estrellas de Abramovich frente a un equipo inferior que se defendía con heroísmo porque tenía la gloria a un centímetro. Aguantó hasta el final, sostenido por la hinchada, por Carragher, por Hyypia, por la historia de un equipo que vuelve donde nadie pensaba: a la final de la Copa de Europa.

Luis García, entre Carvalho y Cech, impulsa el balón para dar la victoria al Liverpool.
Luis García, entre Carvalho y Cech, impulsa el balón para dar la victoria al Liverpool.REUTERS

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