Cepeda, 'torero de Madrid'
A Fernando Cepeda le ha caído el sambenito de torero de Madrid, y menuda faena le han hecho. Ha protagonizado momentos excelsos con el capote en esta plaza, y en su última comparecencia dejó constancia de su exquisita clase con la muleta. Y como premio lo colocan en el cartel de la goyesca con toros del Conde de la Corte. Pues con amigos como los de la empresa de Madrid, para qué quiere Cepeda enemigos. Ayer, el torero sevillano pasó un auténtico calvario ante dos toros descomunales de arboladura y con las más aviesas intenciones que imaginarse pueda. Una auténtica encerrona para el torero de Madrid, que a nadie ha engañado nunca, que no ha sido figura por su fragilidad de ánimo, pero que sigue en el interés del aficionado más exigente por su extrema calidad y hondura cuando los hados son propicios.
De la Corte / Cepeda, Uceda, Robleño
Toros del Conde de la Corte y María Olea, bien presentados, astifinos, mansos, inválidos y deslucidos; el 2º, sobrero de El Serrano, inválido, y el 5º, sobrero de Domínguez Camacho, manso. Fernando Cepeda: pinchazo y bajonazo (silencio); tres pinchazos, estocada -aviso- y siete descabellos (bronca). Uceda Leal: estocada (palmas); tres pinchazos (silencio). Fernando Robleño: dos pinchazos, casi entera tendida y un descabello (ovación); dos pinchazos y estocada (gran ovación). Plaza de Las Ventas, 2 de mayo, corrida goyesca. Último festejo de la Miniferia de la Comunidad. Tres cuartos de plaza.
Ayer no lo fueron. La ganadería del Conde de la Corte será madre de muchas otras, pero en este momento sólo exhibe presencia y enormes pitones astifinos como agujas, pero invalidez hasta la desesperación, falta de casta y grandes dosis de dificultad; toros imposibles para el toreo moderno y que sólo merecen una buena faena de aliño para evitar contratiempos no deseados.
Con dos regalos de este tenor se enfrentó -es un decir- Cepeda, que no es, precisamente, un jabato, y naufragó como no podía ser de otra manera. Gañafones a las nubes tiraba su primero, al que despachó con prontitud, pero la gran bronca, quizá excesiva, la recibió en el cuarto, un toro complicadísimo con el que perdió los papeles y que a punto estuvo de que se lo devolvieran a los corrales.
Si es verdad que quien bien te quiere te hará llorar, a Cepeda deben quererle mucho en este pueblo, porque la bronca fue de las que hacen época. Un hombre de su cuadrilla, El Chano, puso un extraordinario par de banderillas al cuarto, por el que recibió una cerrada ovación.
Una magnífica estocada recetó Uceda Leal al inválido segundo, que se desplomó varias veces durante la faena de muleta, y se justificó ante el manso y astifino quinto, que, más que embestir, topaba y buscaba el bulto. Lo intentó con seriedad y se libró de la cornada de puro milagro. En esta ocasión, no fue un hábil matador, sino un precavido pinchauvas.
Una lección de pundonor impartió Robleño, que se jugó la vida a base de un valor seco, a veces temerario, para arrancar muletazos que parecían imposibles a su primero. Hizo vibrar al público en el sexto, el más potable de la corrida, y consiguió redondos y naturales meritísimos, pero la oreja voló al fallar con el estoque.
Babelia
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