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Reportaje:

Armisticio electoral en los feudos gallegos

Fraga refuerza de nuevo a los barones territoriales del PP para que la crisis no se reproduzca antes de las elecciones

Xosé Hermida

"Siempre trabajo a tope en todas las elecciones, pero esta vez voy a hacer incluso un poco más". José Luis Baltar, presidente del PP de Ourense, tuvo en vilo a Manuel Fraga y a Mariano Rajoy durante tres semanas del pasado otoño con la amenaza de abandonar el partido y romper el grupo popular en el Parlamento gallego si no cesaban lo que entonces denominó las "injerencias de Madrid". Medio año más tarde, Baltar anuncia que movilizará hasta el último resorte de su eficacísima maquinaria electoral para que don Manuel -por quien hace algunas semanas se declaró dispuesto a dar hasta la vida- revalide el próximo 19 de junio su mayoría absoluta en los comicios autonómicos.

Cuando Baltar promete "trabajar a tope", sus rivales ya pueden ponerse en guardia. No hay aldea que escape a su red de agentes electorales, en la que caben desde curas a veterinarios. Cubre toda la provincia y cuando su rendimiento baja del 55% de los votos para el PP se interpreta que ha tenido un mal día.

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"No podemos perder un minuto ni malgastar energías", prosigue Baltar. "El PP de Galicia y el de toda España se juegan mucho en esta ocasión". Baltar, quien ejerce sin remilgos el estilo populista tan característico de los barones rurales del PP gallego -los de la boina, en la jerga político-periodística-, asegura ahora que el motín del pasado otoño -la baltarada, como quedará para los anales de la política gallega- no fue más que "un conflicto interno que exageraron los medios de comunicación". "Sólo pretendíamos conseguir más fuerza para Ourense, porque nosotros aportamos unos cuantos votos. Ahora las heridas ya están cicatrizadas", afirma el dirigente provincial, que preside también la Diputación con el respaldo de una extensa red de alcaldes de pequeños municipios rurales.

Tras su alarde de fuerza de hace medio año, Baltar dispone de plena autonomía para elaborar la candidatura provincial a las elecciones autonómicas. Sólo acepta sugerencias de Fraga, aunque cualquier nombre que le proponen "tiene que pasar por el escáner", como ironiza uno de sus seguidores. El detector de fidelidades ya se permitió rechazar ni más ni menos que al vicepresidente primero de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, un birrete, como se llama en el PP gallego a los afectos a la dirección nacional del partido, que le ha promocionado para posible sucesor de Fraga. Nacido en Ourense, Núñez Feijoo encabezará la lista por Pontevedra después de que Baltar se negase públicamente a hacerle un hueco en su provincia. El líder del PP de Ourense ha preferido reclutar a una desconocida, Amparo González, de 32 años, sin experiencia en cargos públicos y casada con un militante del BNG. En las elecciones puede ocurrir de todo, incluso que el PP pierda, como admiten analistas de la dirección del partido. En cualquiera de los casos, Baltar se habrá asegurado en el próximo Parlamento no menos de media docena de diputados de su absoluta confianza, entre ellos un hijo suyo.

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Baltar fue el ariete de la revuelta de otoño, pero sus rivales en el PP gallego apuntaron como muñidor en la sombra a Xosé Cuiña, el ex delfín de Fraga y tenaz adversario de Rajoy, forzado a abandonar la Xunta por los enfrentamientos que se sucedieron durante la crisis del Prestige. Sostienen los seguidores de Cuiña que, pese al resquemor que le ha dejado su caída, tampoco él le va a fallar a don Manuel en un trance tan difícil. Ambos se entrevistaron días atrás y, según fuentes próximas a Cuiña, éste le dijo al presidente: "Póngame donde usted quiera". Fraga le ha dado un puesto muy poco lucido, el quinto en la lista por Pontevedra. Y Cuiña no rechista. Según sus contrarios, porque ha perdido fuerza. Sus próximos interpretan que le basta con asegurarse su escaño y permanecer agazapado hasta que llegue el momento por el que lleva esperando desde hace una década, la designación del sucesor de Fraga.

La candidatura popular por Pontevedra es una muestra de las frágiles mezclas que maneja el presidente de la Xunta para que ningún sector se sienta agraviado y caiga en un estado de "apatía electoral", en expresión de un conocido dirigente. A Cuiña le precederán en la lista los más significados hombres de Rajoy, desde su posible oponente por la sucesión de Fraga, Núñez Feijoo, hasta el consejero de Pesca, Enrique López Veiga, quien en la última crisis amenazó con dimitir si se cedía ante los rebeldes e insinuó que entre éstos hay gente que "se ha enriquecido en paralelo a la política". La convivencia forzosa también se ha impuesto en la dirección gallega del PP. El hombre de Rajoy, el secretario regional, Xesús Palmou, se mantiene en el puesto después de que el presidente nacional tuviese que intervenir para que Fraga no entregara su cabeza a los rebeldes. En contrapartida ha cedido la dirección de la campaña a Xosé Crespo, alcalde de Lalín (Pontevedra), el pueblo de Cuiña.

Frente a los intentos de la dirección nacional de hacer del PP gallego un partido centralizado, Fraga se vuelve a encomendar a la eficacia electoral de sus barones. En la noche del 19-J, los virreyes harán recuento de los votos de cada feudo. Si Fraga gana, reclamarán su cuota de cargos y afianzarán posiciones hasta el momento de la sucesión. Si pierde, los votos recaudados habrán servido para acumular fuerzas ante la batalla que se avecinará por el control del partido. Mientras tanto, la competencia interna es un buen estímulo electoral. Como le expresó hace unos días un consejero de la Xunta a un alcalde de Pontevedra: "Tienes que trabajar como si fuera para ti".

José Manuel Barreiro, Xesús Palmou, José Luis Baltar y el presidente gallego, Manuel Fraga.
José Manuel Barreiro, Xesús Palmou, José Luis Baltar y el presidente gallego, Manuel Fraga.EFE

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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