Sólo para cinéfilos
La decadencia del videoclub tradicional corre en paralelo a la aparición de locales centrados en cine independiente y de autor
Lo primero que uno encuentra al entrar en Stromboli, en el 17 de la calle Centelles de Valencia, es una selección de cine mudo. "Eso hace que la gente se dé cuenta de que está en un sitio distinto", dice Daniel Gascó. Lo está. Stromboli nació el año pasado con 950 películas y hoy tiene más de 2.000 que recorren el cine desde 1895 hasta 2004.
El criterio de selección, explica Gascó, se basa en "la calidad". Por algún motivo: "Histórico; de vanguardia, de autor...". Así que en las estanterías conviven pacíficamente el austriaco Otto Preminger con el norteamericano Todd Solondz; el chileno Alejandro Jodorovski y el coreano Kim ki duk. Su mercado, explica, es global: compran DVD en España, pero también en Estados Unidos, en Francia y, especialmente, en Hong Kong.
Stromboli, en Russafa, es el mejor ejemplo valenciano de una tendencia arraigada desde hace años en Madrid y Barcelona; Los videoclubes para gourmets. Pero no es el único. Cansados de buscar por las estanterías entre centenares de títulos de cine comercial, los cinéfilos sostienen los negocios existentes -como Versión Original, en el barrio del Botànic- y alientan la aparición de nuevos, como Underground, un proyecto también en Russafa.
Los videoclubes tradicionales vivieron su esplendor en los años ochenta. A principios de la década siguiente entraron en crisis y hoy se encuentran en fase terminal. Siguiendo las leyes del mercado, para sobrevivir (quedan 55 en Valencia, según datos de la Cámara de Comercio), tuvieron que transformarse. Uno de los caminos fue alquilar videojuegos junto al cine mayoritariamente comercial. Otro, convertirse además en tiendas para todo, con horarios de apertura amplios, incluidos domingos, que venden helados, tabaco, bebidas, revistas, periódicos...
A las dificultades ya descontadas -el aumento de canales de televisión; el cable, el satélite- los negocios enfrentan desde hace relativamente poco la piratería, vía manta o Internet. Un azote que la Asociación de videoclubes de la Comunidad Valenciana considera grave.
El cine de autor no sería tan vulnerable, sostienen las mismas fuentes, porque sus clientes exigen parámetros de calidad y versión original, características poco frecuente en los DVD piratas.
Hay videoclubes, como Cinema Video, en la zona de Xúquer, que funcionan combinando novedades comerciales y cine independiente. Y otros, como el asociado a los cines ABC Park que han introducido el catálogo informático: Las cintas expuestas son sólo la punta del iceberg de lo que guarda el videoclub, que puede consultarse en dos pantallas introduciendo el nombre del director o de la película.
Por ahí va el objetivo de los hermanos Daniel y Almudena Gascó, dueños de Stromboli. "El concepto de videoclub se nos está yendo de las manos. Y va transformándose hacia un archivo audiovisual en el que esté la historia del cine".
El proyecto de Stromboli es muy personal y se basa en filias y conocimientos, especialmente los de Daniel. Gran aficionado al cine, Gascó, de 33 años, es capaz de hablar prácticamente de cualquier director y prácticamente de cualquier película con los clientes. Una pasión alimentada por muchas horas en salas de proyección y caminatas notables en busca de un título por los videoclubes de la ciudad, mientras trabaja de camarero o en un bingo próximo a su actual local.
Stromboli, nombre de una isla italiana y de una mítica película de Roberto Rossellini, era un plan que Gascó urdía desde hace años sin saber si lo llevaría a cabo. "Y desde luego nunca creí que en la Cámara de Comercio se lo tomaran en serio". Lo hicieron. Su idea fue seleccionada, junto a otras 20, en una convocatoria de ideas de negocios a la que se presentaron cerca de 300. Durante cuatro meses recibieron cursos y tutorías sobre los aspectos jurídicos del negocio; sobre iluminación, disposición de los expositores o Internet impartidos por la Fundación Instituto Cameral de Creación y Desarrollo de la Empresa.
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