El rigor de la abstracción

Hay en esta última creación de Carmen Werner como un prólogo expositivo, iluminado desde el borde de la escena por focos muy cerrados, donde los bailarines caminan con un vestuario que recuerda el del universo concentracionario, y de pronto aparecen desnudos totalmente, en un alarde de fragilidad casi inmóvil. Todo eso, que dura apenas unos segundos, discurre en silencio, pero anuncia ya el lenguaje a que se acoge esta coreografía que nació del horror de un terremoto en Japón para enlazar de una manera casi natural con el terrible episodio de Hiroshima que puso fin en 1945 a la segunda guerra mundial.

A partir de una entrada de esa estirpe, se despliega una sucesión de movimientos de apariencia contradictoria, apoyados por algunos elementos iconográficos de marca (regaderas de cinc, vegetales, máscaras de gas, un micro fingido que resultará ser una zanahoria...), utilizando el fondo del escenario del Rialto como escenografía desnuda, donde el desvalimiento y la protesta contra esa situación, a la vez que la fragilidad de la desnudez, y de algunas vestimentas convertidas en harapos, van marcando el itinerario preciso de una catástrofe a la que es difícil sobrevivir. Pese a todo, como diría un moralista, la esperanza se va asentando en sus elementos más significativos, y al final brilla en el contexto de una muy notable abstracción expositiva, pese al poderío en la cuerda de los fragmentos de Scarlati. Todo en el marco de un cierto expresionismo, que algo debe al cabaret alemán de entreguerras, y que no desdeña abundantes guiños a la modernidad. La jornada del sábado en Dansa València se completó con el estreno de Remedios, coreografía de Toni Aparisi basada en diversos textos literarios que sacan a la luz del escenario las vivencias, tanto tiempo silenciadas, de una guerrillera antifascista al término de la guerra civil española.