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EL DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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Imparcialidad cuestionada

El sábado de la semana pasada se publicó en la última página del diario un reportaje titulado Licencia para curar, y con este subtítulo: "El Parlamento de Suráfrica aprueba normas para regular la 'medicina de los antepasados". El texto contaba que los 200.000 curanderos que hay en el país (frente a 30.000 médicos) tendrán la posibilidad de obtener una licencia para ejercer legalmente sus prácticas.

Carlos García García, un ingeniero que asegura no tener "interés ninguno por defender a las corporaciones farmacéuticas o a los médicos", remitió el mismo sábado una larga carta en la que considera que "tras la apariencia de un artículo inocuo se desinforma al lector sobre temas científicos". Su propósito con ella es hacer comprender "por qué algunos nos entristecemos cuando leemos que los redactores del diario consideran exagerada la reacción de los astrónomos cuando les llaman astrólogos".

La carta continúa así: "La actividad de los curanderos se basa en enseñanzas precientíficas y supersticiosas, de animismo, espíritus y otros seres inexistentes. Acudir a un sanador retrasa la acción de la medicina efectiva y demostrada. Algunas veces, cuando el paciente llega al médico, ya es tarde". Carlos García recuerda a continuación que el presidente de Suráfrica, Thabo Mbeki, puso durante años en duda que el sida lo causara un virus y su Gobierno se opuso a los antivirales, cuyo uso no aceptó hasta hace dos años. Cabe subrayar que esa sorprendente actuación se ha producido en un país donde más de cinco millones de personas están infectadas con el virus del sida, uno de cada nueve habitantes.

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El lector repasa a continuación varios aspectos del artículo. En un momento se dice que una curandera que lanza huesos y quema hierbas para diagnosticar la enfermedad de sus pacientes realizó dos años de estudios como aprendiz de otro sanador. "Llamar estudios a practicar unos ritos irracionales da una visión positiva de la actividad", se queja. Luego se cita a la ministra surafricana de Sanidad, que opina que la nueva ley supone "la reafirmación de la dignidad de nuestro africanismo". Carlos García considera absurdo equiparar "africanismo con atraso y superstición" y agrega que al ligar "la sanación a la dignidad de un pueblo que ha sufrido enormemente" se vuelve a dar otra visión positiva de la actividad.

La única opinión médica que se expone, contraria a "las prácticas de los curanderos por considerar que no tienen ningún fundamento en el mundo científico", es la de un miembro del grupo Doctors for Life, "que entre otras cosas se opone al aborto", precisa el artículo. El lector considera que citar a este médico "conservador" hace que su posición a favor de la medicina científica quede "manchada por la sospecha", y eso "oculta que el argumento retrógrado es la superstición y la sanación".

"Resumiendo", concluye la carta, "se supone que el artículo ha practicado la equidistancia y ha mostrado todos los puntos de vista. Pero cabe preguntarse: ¿Se puede mostrar equidistancia entre los que mantienen que la Tierra es redonda y los que la consideran plana?, ¿diríamos a nuestros hijos que son dos posturas equivalentes? Esa equidistancia es, en realidad, un sesgo al equiparar el absurdo, lo indemostrado, lo estúpido con lo evidente y demostrado. Peor aún, es la dejación de la crítica contra decisiones irracionales. Lo equilibrado es mostrar que actuaciones así cuestan vidas, que es un asunto delicado, de miseria, atraso y muerte".

El subdirector Vicente Jiménez, responsable de la publicación del artículo, responde: "Acepto la crítica fundamental del lector, en el sentido de que el artículo habría sido más equilibrado si se incidiera de forma rotunda y reiterada en los perjuicios que causan las actividades de curanderos y sanadores. Desde este punto de vista, es razonable afirmar que la opinión de sólo un médico contrario a estas prácticas es insuficiente para evitar un deslizamiento indeseado de la noticia. La militancia antiabortista de este médico es, como bien dice el lector, un dato innecesario y distorsionador".

Jiménez agrega: "Sin embargo, en alguna de sus reflexiones creo que deposita sobre el periódico responsabilidad excesiva. Por ejemplo, cuando deduce que EL PAÍS da una visión positiva de los curanderos y hechiceros a partir de las palabras de la ministra surafricana de Salud, Manto Tshabalala Msimang ("Ésta es la restauración, la reafirmación de la dignidad de nuestro africanismo, y éste es un día histórico", dijo). Las palabras de la ministra son eso, las palabras de la ministra, y a ella comprometen. Editorial e informativamente, EL PAÍS siempre ha estado comprometido con la erradicación de actuaciones fuera del control sanitario que, por desgracia, cuestan demasiadas vidas en países pobres y subdesarrollados".

Antes de abordar el núcleo del problema me parece justo señalar que, con todas sus deficiencias y a pesar de que la alusión de la ministra de Sanidad al africanismo no ayuda demasiado a comprender la situación, el artículo cuestionado plantea en alguna medida el serio problema que tienen muchos Gobiernos del África subsahariana de controlar a sanadores de todo tipo para impedir que causen perjuicio. Los curanderos forman un grupo de presión poderoso porque aún mantienen una gran influencia sobre muchas personas que creen que poseen capacidades superiores por decisión de sus antepasados, como recoge el artículo.

A pesar de que no aprecio en el texto cuestionado transgresiones importantes del Libro de estilo, me ha parecido oportuno publicar la carta de Carlos García porque expone de forma clara los límites de la imparcialidad (que el lector denomina equidistancia), un tema relevante en periodismo. La Real Academia define imparcialidad como "falta de designio anticipado o de prevención en favor o en contra de alguien o algo". Como regla general se considera positivo que el periodista actúe de manera imparcial, sin prejuicios. La norma de la imparcialidad funciona bien cuando todas las partes tienen una credibilidad similar y conviene tenerla en cuenta en la elaboración de la mayoría de las informaciones.

Pero no funciona cuando las partes se sitúan en niveles muy distintos. Un debate entre un asesino y el juez que lo ha condenado puede ser imparcial, pero es a todas luces desequilibrado. Es también desequilibrado otorgar la misma credibilidad a quien defiende la evolución que a quien aún sostiene teorías creacionistas. O colocar al mismo nivel a sanadores que lanzan huesos para diagnosticar y a médicos que utilizan aparatos de resonancia magnética y análisis de laboratorio.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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