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Crónica:FÚTBOL | Ida de las semifinales de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Liverpool salva un asalto

El equipo de Rafa Benítez mantiene el cero a cero en el campo del Chelsea en un partido muy táctico

José Sámano

El Liverpool ha resucitado. Ni de lejos se parece a las mejores versiones de su brillante historia, pero se ha enganchado de forma inopinada a la Copa de Europa y ni siquiera el rutilante Chelsea logró enterrarle en el primer asalto. El fútbol tiene estas cosas: hay equipos que de buenas a primeras se ven enfilados en un torneo al que cogen el aire y dan más guerra de la prevista. Sobran casos recientes: desde el Oporto hasta Grecia. No hay indicadores para programar al Liverpool en la gran final de Estambul, pero sólo le queda una estación. Y ésta pasa por Anfield, santuario del fútbol inglés, un escenario en el que se han escrito capítulos memorables en la Copa de Europa. Un estadio que el próximo martes desplegará toda sus magia, como en aquellas noches gloriosas de los años 70 y 80, y el Chelsea, que jamás ha jugado una gran final, tendrá que remangarse si quiere estrenarse. Anoche, en Stamford Bridge no pudo con un rival al que Benítez ha remendado lo suficiente como para dar la lata a equipos de mayor calado, ya sea el Chelsea o el Juventus.

CHELSEA 0 - LIVERPOOL 0

Chelsea: Cech; Johnson, Terry, Carvalho, Gallas; Cole (Kezman, m. 77), Tiago (Robben, m. 58), Makelele, Lampard; Gudjohnsen y Drogba.

Liverpool: Dudek; Finnan, Carragher, Hyypia, Traore; Biscan (Kewell, m. 86), Xabi Alonso, Gerrard, Riise; Luis García (Smicer, m. 90) y Baros (Cissé, m. 64).

Árbitro: Alain Sars (Francia). Amonestó a Biscan, Cole, Kezman y Xabi Alonso (se pierde el partido de vuelta).

Unos 42.000 espectadores en Stamford Bridge.

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Con menos recursos que el Chelsea, el Liverpool supedita todo al orden y la concentración. El mecano de Benítez no da para mucho más: tiene carencias en todas las zonas del juego, le faltan jugadores de rango y tiene unos cuantos muy mediocres. Sólo a partir de la armonización el Liverpool ha sido capaz de plantarse a un escalón de la gran final. Ante el Chelsea expuso lo que tiene y le bastó. Favorecido por la idea anticipada por Mourinho de que la eliminatoria se decidirá en Anfield, el equipo de Benítez no se vio tan exigido como cabía esperar. El Chelsea cumplió a rajatabla el guión de su técnico: controló sus emociones y jugó durante algún trecho con el partido de vuelta a la vista. No fue el mismo equipo que ante el Barça o el Bayern, a los que destripó en su estadio. Ayer estuvo algo más contenido.

De entrada, Mourinho renunció a una orilla. La baja de última hora de Duff no fue cubierta por Robben, que acaba de rehabilitarse tras una lesión, sino por Tiago. El portugués se situó a la derecha de Makelele, con Lampard a la izquierda. Con Cole pegado a la derecha, a la vía izquierda se desplazó Gudjohnsen, que nunca ha sido un extremo. La aventura del islandés -un jugador incansable, potente y llegador- hizo que el Chelsea percutiera mucho mejor por el costado de Cole, que le dio la noche a Traorè, justo uno de los muchos jugadores de tres al cuarto que incomprensiblemente tiene en nómina el Liverpool. La herencia de Houllier, que dejó un rastrillo desolador en Anfield.

Con el cesto justo, el Liverpool logró equilibrar el partido durante el primer periodo. Apenas tuvo salida -aspecto en el que pagó con creces la dimisión de Gerrard, fuera de foco toda la noche-, pero supo trabar a su rival. El Chelsea es un equipo que juega con dos marchas: acelera cuando huele el área contraria. El hecho de que Lampard y Tiago tengan cuartelillo para descolgarse en ataque hace que el equipo muchas veces llegue en superioridad a la portería contraria. Al margen de los defensas, sólo Makelele -siempre con la escoba a punto- vigila por detrás de la pelota. El francés, en magnífico estado de forma, es un socio estupendo para Lampard, un martillo pilón cuando se aproxima a la red del enemigo. Suya fue la mejor ocasión del Chelsea, en un remate que se le escapó a un palmo del larguero, como le sucedería poco después a Drogba. Con dificultades para tejer el juego y con Xabi Alonso remando en solitario, el Liverpool se encontró con dos jugadas aisladas que le frustró Cech: un cabezazo de Baros y un disparo de Riise.

Visto que el equilibrio era mayor del esperado, Mourinho alteró el dibujo en el segundo acto. Rescató del banquillo a Robben y fijó a Gudjohnsen en el puesto de Tiago. El Liverpool pasó entonces el peor momento de la noche; dio un paso atrás y se acercó demasiado a su portero Dudek. El Chelsea desplegó todo su repertorio, pero, como ya ocurriera en Turín, sus centrales -la mejor línea del equipo- se mantuvieron firmes. Lo suficiente como para que la tormenta fuera pasajera. Templado de nuevo el Chelsea, Benítez dio carrete a Cissé, que mejoró notablemente a Baros. Por momentos el duelo se igualó de nuevo y hasta el Liverpool tuvo una baza en un remate del propio Cissé que se fue alto. El Chelsea terminó por fundirse, contrariado por la resistencia de un enemigo al que esta misma temporada ha derrotado ya tres veces. Pero resulta que el Liverpool le ha cogido el hilo a la Copa de Europa. Así son las cosas. Así lo ha entendido su hinchada, esta vez más dispuesta que nunca a que el equipo no camine solo. En Anfield no lo hará, pero no tendrá a Xabi Alonso, que vio una tarjeta que le aparta de la vuelta. Una pésima noticia para un equipo tejido con alfileres. Pero un equipo que ha hecho del gran torneo un acto de fe. El Chelsea tiene un precedente inquietante: el pasado curso, a la misma altura de la competición le despidió el Mónaco. En este torneo nadie está a salvo. Todo es posible.

El defensa del Chelsea Carvalho, en el suelo, barre la pelota bajo los pies de Riise.
El defensa del Chelsea Carvalho, en el suelo, barre la pelota bajo los pies de Riise.REUTERS

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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