Goles sefardíes para el Racing
Benayoun, idolatrado en Israel, espera en Santander la llamada de un 'grande'
Yossi Benayoun se desternilla cuando le comparan con una vedette. "Pero sólo en Israel", aclara, "porque en Santander los aficionados me tratan con respeto. En mi país, en cambio, me abrazan, me lanzan besos, no paso inadvertido". Las 40.000 camisetas con el 15 a la espalda, su número en tierras cántabras, que plagaban el estadio Ramat-Gan, de Tel Aviv, hace un mes contra Francia (1-1) certifican las palabras del goleador del Racing.
Benayoun (Beer Sheeva, 1980), que firmó su primer triplete en España el pasado domingo, contra el Deportivo, lleva ocho goles en la temporada, los mismos que Regueiro y Javi Guerrero. Un número suficiente -antes no había pasado de siete- para que su continuidad en el equipo montañés no sea segura la próxima campaña. "El club ya ha anunciado que estoy en venta si llega una buena oferta. A ver si me reclama algún grande", dice ilusionado.
Descendiente de sefardíes afincados en Marruecos y tan idolatrado en Israel que se retransmiten en directo los partidos del Racing, espera disponer en agosto de pasaporte comunitario. "Beneficiaría muchísimo su carrera. Ya no figuraría como extranjero", apunta su agente, Ronen Katchab, que le vende que da gusto. "Tiene clase para jugar en el Madrid", insiste el también representante del portero racinguista Dudu Aouate.
Taciturno fuera de su ambiente, a Benayoun le costó separarse de su gente. "¡Pero me llegan cartas de todos lados!", le quita ahora importancia. Criado en Dimona, una aldea entre el mar Muerto y el desierto del Neguev, los cazatalentos del Ajax le reclutaron para su academia de promesas con 15 años. Tan bien le iba que le endosó dos goles a los juveniles de Inglaterra, entre los que despuntaba Michael Owen. "Benayoun es la mayor promesa juvenil del mundo", le piropeó el London Times. Pero no se amoldó y regresó a sus orígenes, donde sus mayores le ninguneaban el balón por su mayor calidad técnica. "Pero ahora estoy aquí y soy tan feliz que mi hija se llama May, de las iniciales de Mirit, mi esposa; Amor y Yossi".
Por lo demás, el único pego que pone a Santander es que no disponga de ninguna sinagoga: "Aunque no sea muy religioso, siempre se echa en falta". Es la razón por la que encarga la carne -no puede albergar una gota de sangre- a un tendero judío de Madrid. "Es posible que tenga que darle una dirección nueva en septiembre", concluye pícaro.
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