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Reportaje:NUESTRA ÉPOCA

De Benito a Benedicto

Timothy Garton Ash

Los ateos deberían estar satisfechos con la elección del papa Benedicto XVI. Porque hay grandes probabilidades de que este teólogo bávaro, anciano, estudioso, conservador y sin carisma, acelere precisamente la descristianización de Europa que pretende detener. Al terminar su papado, es posible que Europa sea tan poco cristiana como en la época en la que san Benito, uno de los patronos del continente, fundó la innovadora orden monástica de los benedictinos, hace 15 siglos. La Europa cristiana: de Benito a Benedicto. RIP.

En la actualidad, Europa es el continente más laico de la tierra. El fenómeno del último Papa ocultaba la verdadera tendencia. Las grandes muchedumbres de jóvenes entusiastas en la plaza de San Pedro, o en actos de masas al aire libre durante sus numerosos viajes, casi nos hacían olvidar el enorme descenso de la asistencia a la iglesia y la escasez de vocaciones. Una página web de misioneros baptistas estadounidenses nos da otra perspectiva. "Europa occidental", dice, "es... uno de los terrenos más difíciles del mundo para los misioneros. Los estudiosos comparan la acogida que allí recibe el evangelio con la del Oriente Próximo musulmán". Voltaire estaría orgulloso de nosotros.

Como dice todo el mundo, los papas ancianos pueden sorprendernos; ya lo hizo Juan XXIII al convocar el Concilio Vaticano II, que tantas reformas introdujo
No sólo es anciano, sino anticuado. Al parecer, le traumatizaron las protestas estudiantiles de 1968, encabezadas por personajes como Schröder y Fischer
La expansión del secularismo no es el único peligro que advierte este Papa. También tiene opiniones decididamente anticuadas sobre el islam

No estaba tan claro en Europa del Este, donde la presión del comunismo hacía que las iglesias salieran reforzadas. Pero lo irónico del pontificado de Juan Pablo II es que, al acelerar la caída del comunismo, ayudó a desencadenar las mismas fuerzas de la modernización capitalista que contribuyen a la secularización de Europa occidental. Al mismo tiempo, la inmigración y las perspectivas de ampliación de la UE hacen que el islam sea la confesión más dinámica y en aumento de Europa. En Berlín, por ejemplo, los musulmanes constituyen ya el segundo grupo religioso en importancia, detrás de los protestantes pero antes que los católicos.

Como dice todo el mundo, los papas ancianos pueden sorprendernos; ya lo hizo Juan XXIII al convocar el Concilio Vaticano II, que tantas reformas introdujo. Pero yo no veo nada en la personalidad, la biografía, los principios o la estrategia de Benedicto XVI que indique que es capaz de invertir las tendencias mencionadas.

Josef Ratzinger tiene todo el conservadurismo de Karol Wojtyla y nada de su carisma. Puede mostrarse encantador, ingenioso y convincente en un debate intelectual, y así lo demostró hace poco al enfrentarse al filósofo alemán Jürgen Habermas, del mismo modo que se enfrentó Benedicto XIV a Voltaire en el siglo XVIII. Sin embargo, ante un gran público, su voz suave y precisa, sus aires de profesor y sus gestos indecisos no tienen nada que hacer al lado de la capacidad de comunicación del gran actor que le precedió. Ni pueden compararse con el posible atractivo de otros candidatos, hombres más jóvenes, procedentes de Latinoamérica, que habrían podido hacer de la Iglesia católica una de las voces más enérgicas en defensa de los pobres del mundo. Paradójicamente, es posible que un Papa latinoamericano hubiera atraído más a los jóvenes de Europa que este europeo.

¿Cómo va a inspirar a los jóvenes? El autor católico Daniel Johnson sugiere, en The Times de Londres, que Benedicto XVI posee la cultura y el talento suficientes para transmitir a los jóvenes las apasionantes reinterpretaciones de doctrinas antiguas hechas por el último Papa. "En concreto", escribe, "la Teología del Cuerpo, que concibe la sexualidad como una emanación del amor divino, tiene tremendas posibilidades de entusiasmar a los jóvenes". Ya. Seguiré atentamente los acontecimientos.

Este teólogo bávaro no sólo es anciano, sino anticuado. Al parecer, como ocurrió con varios profesores alemanes de su generación, le traumatizaron las protestas estudiantiles de 1968, encabezadas por personajes como Gerhard Schröder y Joschka Fischer. Tras la elección de Ratzinger, el canciller Schröder pronunció unas educadas frases sobre el orgullo patriótico porque hubiera un Papa alemán, pero me imagino lo que diría en la intimidad. Era curioso cambiar de la televisión polaca, aún de luto por el polaco más importante de la historia, a la televisión alemana, que saludaba a su compatriota con débiles elogios y cáusticos comentarios de preocupación.

Reproche injusto

Aunque es injusto reprocharle su reclutamiento obligatorio en las Juventudes Hitlerianas, es evidente que su biografía no le favorece como ocurría con la de Wojtyla. Y no hace falta irse a los extremos del periódico sensacionalista británico The Sun, que recibió su elección con un titular memorable, De las Juventudes Hitlerianas a... Papa Ratzi, y le describió como "un antiguo soldado enemigo durante la Segunda Guerra Mundial".

Sus principios son muy parecidos a los de su predecesor. No es razonable confiar en que vaya a cambiarlos. La Iglesia católica no es un partido político que hace recortes aquí y allá para captar votos. Una roca es firme porque no es arena. No obstante, hay un par de ajustes importantes que el nuevo Papa podría hacer sin poner en peligro el dogma central del catolicismo. Uno, podría permitir el uso excepcional de preservativos para impedir que nazcan niños aquejados de VIH/sida. Serviría para salvar muchas vidas en los países en vías de desarrollo, pero además tendría una acogida positiva en la opinión pública europea. En segundo lugar, podría permitir que los sacerdotes se casaran. En el primer aspecto, tal vez nos sorprenda, pero sería un milagro que cambie su postura sobre el segundo.

Luego está la cuestión de su estrategia. Juan Pablo II era un Papa acogedor, ecuménico, de grandes concentraciones. La opinión de Benedicto XVI es que, si la Iglesia católica tiene que reducirse para permanecer fiel a sus principios esenciales, merece la pena. La Iglesia será más pequeña, pero más pura. Klein aber fein, como dicen en su alemán materno.

Su homilía en la basílica de San Pedro, antes de que los cardenales iniciaran el cónclave, dejó claro que tiene intención de abordar de frente el secularismo, el relajo moral y el consumismo de la Europa contemporánea. Ha dicho que la homosexualidad representa la inclinación hacia un "mal moral intrínseco". Al parecer, le indignó que rechazaran la candidatura del devoto católico Rocco Buttiglione a ocupar un cargo de comisario europeo. Clama sin cesar contra "la dictadura del relativismo".

La expansión del secularismo no es el único peligro que advierte este Papa. También tiene opiniones decididamente anticuadas sobre el islam. En un sermón pronunciado en Regensburg en 2003, atacó con dureza al entonces presidente alemán por haber sugerido que el hábito del monje tenía tan poco sitio en la vida pública europea como el pañuelo islámico. En respuesta, se mostró de acuerdo con un teólogo alemán que había replicado que "Europa, al fin y al cabo, no se construyó a partir del Corán, sino a partir de las Sagradas Escrituras de la Vieja y la Nueva Alianza" (una respuesta que incluía el judaísmo junto al cristianismo). "No prohibiría a ninguna mujer musulmana (Moslemfrau) que lleve el pañuelo", declaró, con generosidad. "Pero menos aún permitiremos que se prohíba la Cruz, que es el signo público de una cultura de reconciliación".

Dado que identifica a Europa con el cristianismo, piensa que Turquía no tiene hueco en la Unión Europea. En una entrevista concedida a Le Figaro el pasado mes de agosto, habló de Europa como un continente "cultural", más que geográfico, y dijo que Turquía "siempre ha representado otro continente a lo largo de la historia, en contraste permanente con Europa". Turquía, sugirió, "podría intentar establecer un continente cultural con los países árabes vecinos y convertirse en protagonista de una cultura con identidad propia".

Salud

Ya están diciendo que el 265º Papa es una figura de transición. Ahora bien, por lo que se sabe, no tiene problemas graves de salud como tenía Juan Pablo II, y, con los mejores medios modernos de la medicina y la ciencia a su disposición, podría muy bien sobrevivir 10 años más. Es decir, podría vivir para ver la Unión Europea en 2015. Una Europa que seguramente sería más islámica que ahora en las áreas más pobres, y más laica que nunca en las regiones más ricas. ¿Sería además una Europa mejor? Eso es tema para otra columna.

Benedicto XVI saluda desde el balcón central de la basílica de San Pedro tras ser elegido Papa.
Benedicto XVI saluda desde el balcón central de la basílica de San Pedro tras ser elegido Papa.AP

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