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CICLISMO | Lieja-Bastogne-Lieja

Aprendiendo de los clásicos

Alejandro Valverde descubre en Bélgica que no todo es como se lo habían contado

Carlos Arribas

Cinco kilómetros antes del final de la Amstel Gold Race, el domingo pasado, cuando sólo faltaba la última subida al Cauberg, la vida era bella para Alejandro Valverde. Se sentía fuerte, estaba bien colocado, la primera gran clásica en su historial sería cuestión de minutos. Fue entonces cuando sufrió un desfallecimiento, cuando se dio cuenta de que no todo en ciclismo era como se lo habían contado.

Acostumbrado a carreras más cortas, de menos de 200 kilómetros; acostumbrado a ganar con una pierna en muchas ocasiones, a apenas tomar el avituallamiento en muchas ocasiones, se encontró Valverde, de 24 años, rodeado de expertos en clásicas, de veteranos, de conocedores del terreno. Hasta entonces dominaba, derrochaba, generoso, fuerzas, se exhibía. Después se encontró débil y perdido.

En la Flecha Valona, la segunda prueba del tríptico ardenés que cierra hoy, con la decana, la Lieja-Bastogne-Lieja (LBL), el ciclo de clásicas de primavera, Valverde tampoco se encontró.

Las perspectivas para hoy, para la durísma LBL, la de la lluvia, el frío, los 260 kilómetros, las 12 cotas y el regreso a Wanne, Sockeu y Haute Levée, tampoco son optimistas. "Ojalá estuviera al ciento por ciento", dice a su equipo, "porque estas carreras me encantan".

"Tenemos todavía mucho que aprender de la cultura de las clásicas", reconoce Eusebio Unzue, su director en el Illes Balears; "él, que aún no se ha despojado del todo de la cultura del Kelme, y nosotros, que hasta ahora no les habíamos dado tanta importancia. Ya le he dicho que se olvide de las vueltas pequeñas y empiece a pensar que lo importante es esto".

Valverde, porcentaje graso de sprinter en un corredor al que le gusta escalar, ha chocado con la dureza de las clásicas belgas, lo que no le ha hecho perder su proverbial optimismo. Se pasa el día gastando bromas a sus compañeros, sonriendo ante los medios belgas, que, deslumbrados, le buscan todos los días. Entrenándose tranquilo. Pensando que quizás este año, el de su conocimiento de las clásicas, no sea el suyo en Bélgica -los españoles con alguna posibilidad hoy de evitar que el italiano Danilo di Luca logre su tercera victoria de la semana se llaman Etxebarria (Liberty), Freire (Rabobank) o Pereiro (Phonak)-, pero que el próximo será otro cantar.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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