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Columna
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El enigma

Manuel Rivas

El 18 de abril de 1976, en las aguas irlandesas del Gran Sol, Manuel Castiñeira, natural de Malpica, en la Costa da Morte, de 42 años de edad, y patrón del pesquero Eduardo Pondal, encontró un pequeño bote de vela, sin motor, de apenas cuatro metros de eslora, de nombre Ocean Wave. Tenía percebes de sombra adheridos al casco, señal de una larga deriva. Dentro había algunos enseres, ropa y latas de conserva, una cocinilla de petróleo, un sextante de plástico, una bandera norteamericana rota y documentación con un pasaporte a nombre de Bastian Johan Christian Ader, nacido el 4 de abril de 1942, y con domicilio en el 4207 Franklin Avenue de Los Ángeles. En cuanto a la profesión, se leía malamente la palabra "profesor". Castiñeira decidió izar aquella "cáscara de nuez" a bordo. El Eduardo Pondal regresó a su base de A Coruña el 28 de abril de 1976. Castiñeira comentó su sorpresa por no haber hallado ningún chaleco salvavidas. Y expresó en voz alta una pregunta que no ha dejado de rebotar en el mar y ahora salta en bibliotecas, centros de arte y una miríada de sitios de Internet: "¿Se salvaría su tripulante?". El patrón entregó la documentación a la autoridad y dejó el bote, tal como se le indicó, en un depósito portuario. Cuando volvió de otra marea en el Gran Sol, el Ocean Wave ya no estaba allí. Castiñeira falleció en 1988. El Eduardo Pondal fue desguazado en 1992. En los últimos años, Bastian Johan Christian Ader, conocido como Bas Jan Ader, de origen holandés, se ha convertido en un mito de la vanguardia artística. Su odisea marítima, desde Cape Cod, en Massachusetts, hasta el Land's End británico, en Falmouth, pretendía ser la culminación de una obra de arte titulada In search of the miraculous (En busca del milagro). Una continuación de otro viaje filmado, la travesía nocturna y a pie de California hasta llegar al mar en el amanecer. Dejó filmada también una serie titulada Caídas. Ader se cae de la bicicleta, del tejado de su casa y de una rama al río. Es un arte tragicómico que nos recuerda a los héroes del cine mudo. Pero su obra maestra, sin duda, fue la última. Y el broche final se lo puso Castiñeira: "¿Se salvaría el tripulante?".

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