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Elecciones en el PaísVasco

Incertidumbre y perplejidad en la sede de la coalición nacionalista

Ni siquiera la figura de Javier Balza en la televisión era creíble anoche para los militantes del PNV que acudieron a La Azucarera, en Vitoria, su sede para la noche electoral. Nadie quería asumir los números. "¡No puede ser, esa pantalla está equivocada, que la cambien!", gritaba un militante treintañero desconsoladamente. "¡Qué golpazo, no entiendo nada!", le respondía un compañero.

"Pero oye, es que... esos otros [por PSE y PP]...", tartamudeaba uno. "Sí, suman más que nosotros, si quieres te saco la calculadora", le contestaba su compañera. Muchos militantes se acercaban a este enorme edificio a las afueras de Vitoria cuando se estaban dando los resultados. Los últimos en llegar preguntaban ansiosos a los que llevaban allí un par de horas superando la ansiedad a base de mucha cerveza y algo de jamón. Eran unas 500 personas. "¿Qué tal, qué tal?", se angustiaban los nuevos. "Pues mira, como para una lavativa", resumía un padre de familia con sus chavales al lado.

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Enseguida se buscaron culpables. Prácticamente nadie miraba hacia adentro; preferían ver a los enemigos fuera. Sólo un grupo de jubiladas, vestidas para lo que se presumía una gran noche, se atrevían a criticar el plan Ibarretxe, eso sí, en voz muy bajita. La mayoría reprochaba a "los medios españoles" que "han hecho tan famosos a los de EHAK que al final son los ganadores de la noche".

Sin consuelo

Algunos, los más enfadados, después de la incredulidad inicial pasaron a buscar soluciones de "venganza" contra los constitucionalistas. "Yo lo veo muy claro: Arnaldo Otegi de consejero de Interior o Hacienda y se acabó". "Hala, hala, no seas bruto", le respondía su compañera. Pedro Elosegui, otro militante, lo tenía claro: "Pues 29 y 9 son 38, y es Zapatero el que ha dicho que son legales, no nosotros". Otros, sobre todo los más viejos, como Andoni, miraban mal a los jóvenes que gritaban "independencia" y apostaban por "volver con el PSE, como antes".

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Tres generaciones de nacionalistas alaveses trataban de consolarse unos a otros, sin éxito. Cada dato que aparecía en las pantallas, cada cifra que se transmitía, negaban la realidad: "Son sólo encuestas"; "nada, nada, son las primeras 140 mesas", "es sólo un 60% de escrutinio, hay que confiar", se escuchaba entre los grupos. Era inútil. Las malas noticias llegan rápido.

Los principales dirigentes del PNV y de EA trataban de esconderse. Pero las caras al salir al pasillo para ir al baño lo decían todo. Rafael Larreina, líder de EA, negaba la posibilidad de gobernar con EHAK. "Ese mundo no está preparado para eso. A lo mejor dentro de un año". El único que trató de animar fue el lehendakari. "Habéis venido a divertiros, venga, que empiece la fiesta". El único que le hizo caso fue el disc jockey contratado, que se afanaba en animar a la gente. Sólo una decena de chavales se puso a bailar Paquito el chocolatero, mientras los padres se iban con la cabeza baja.

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