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Reportaje:

A 'Ras' del suelo

Marshoes refuerza su apuesta exterior y busca socio para reforzar el mercado nacional

La aventura empresarial que Antonio Medina empezara en 1995 con dos socios más en Elche está en un punto crucial. Sus marcas -Ras y Alima- han calado en un público consumidor de moda y su diseño le ha llevado a fabricar para las grandes firmas, pero tiene que crecer. Marshoes, la empresa que agrupa las marcas, refuerza su apuesta exterior y busca socios.

La empresa acaba de abrir un 'corner' en un gran almacén parisiense. Francia es la apuesta más fuerte del grupo a corto plazo
La producción de Marshoes en Asia representa el 4% de las ventas del grupo y se concentra en algunos productos especiales

Medina no puede evitar mirar los zapatos de sus interlocutores. Debe ser una deformación profesional de este ex bancario reconvertido en empresario que en 1995 montó junto a José Morán y Rafael Boix la empresa Marshoes. Hoy el grupo factura 15 millones de euros y el 92% de los 400.000 pares que vende al año los compran en el extranjero. Marshoes exporta a los cinco continentes, aunque sus mercados más importantes son Italia, Hong Kong, Japón, Reino Unido, Taiwan, Corea, Estados Unidos y Francia. Es en este último país, concretamente en París, donde Marshoes quiere reforzar su presencia. De momento ha abierto un corner en uno de los grandes almacenes, Au Bon Marché, y piensa aumentar su presencia.

Marshoes ha calado con sus marcas en el público al que le gusta consumir moda, y su diseño le ha llevado también a fabricar para grandes firmas como Ives Saint Laurent, Charles Jourdan, Dona Karan, Sybilla, o Sergio Rossi, entre otras. Pero tiene una debilidad, un tamaño no lo suficientemente grande como para aumentar considerablemente su cuota de mercado y la falta de un escaparate público como una tienda propia. Llevan buscándola en Madrid desde hace años sin éxito, no sólo por la dificultad del local, sino por la necesidad de contar con un socio no esclusivamente financiero con el que expandir el negocio. "La idea", mantiene, "es crear una tienda multimarca".

Las copias y falsificaciones

A esa debilidad se le añade el problema de las copias. Una pesadilla que a Medina, que persigue las falsificaciones allí donde va, le ha valido el apodo de el confiscador. "Nuestro valor añadido", dice, "es el diseño", su mayor intangible y lo que las falsificaciones pone en peligro.

Marshoes ha seguido la evolución de la industria del calzado. Empezó con fábrica propia en Elche, y ahora subcontrata toda la producción, y ha empezado también a realizar algunos productos en China. "Intentar evitarlo", dice, "es como poner puertas al campo". La producción en Asia representa ahora en Marshoes el 4% de las ventas y se concentra, sobre todo en productos específicos, como las gomas que requieren autoclave.

Una de las claves de Marshoes con sus marcas es la de unir estilos diversos. Así, los zuecos de lentejuelas llevan suela de esparto y sus deportivas servirían para ir a un cóctel. En precios, Ras, dedicada a una clientela más joven, gira en torno a los 80 euros el par, mientras Alima es la marca de un producto más sofisticado, con un precio de entre 200 y 300 euros el par, creado por Malia Shoes, la empresa de Marshoes en la que participa la diseñadora italiana Franca Carraro.

Antonio Medina.
Antonio Medina.

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