Para comprender a Einstein
En el Año Einstein, en el que se cumplen los cincuenta años de la muerte del gran genio de la ciencia del siglo XX y el centenario del año milagroso en el que publicó unos artículos que revolucionarían la física, y que además ha sido elegido para celebrar el Año Mundial de la Física, no podía dejar de aparecer alguna biografía más a añadir a una lista que seguramente, en cuanto a número, no tenga parangón en la historia de la ciencia (y tal vez de cualquier otra disciplina). De Albert Einstein (1879-1955), en efecto, empezaron a aparecer biografías décadas antes de que muriese. Un número más que respetable de esas biografías vieron la luz también en español, como sucede ahora con las dos objeto de esta reseña. Una, la mejor de las dos, de Denis Brian, Einstein, apareció en inglés hace ya algún tiempo, en 1996; la otra, de François de Closets, publicada en francés el año pasado (2004), No digas a Dios lo que tiene que hacer.
"Lo fundamental en un hombre de mi especie estriba en qué piensa y en cómo piensa"
Una extensa lista de biografías.
A la vista de semejante abundancia, es obligado preguntarse si merece la pena añadir dos títulos más a tan larga lista. Soy consciente, naturalmente, de que el mercado editorial tiene sus exigencias, de que hay que publicar nuevos títulos y de que es posible que algunos editores piensen -con buenos argumentos- que en este año se hablará tanto de los logros de Einstein que el público en general acaso se sentirá deseoso de saber algo más de él, de su vida y de sus contribuciones científicas. Desde este punto de vista, es cierto que, independientemente de cuál sea su valor dentro de la bibliografía einsteiniana, los libros de Brian y de De Closets pueden cumplir semejante función y objetivo, aunque, para decir toda la verdad, yo habría elegido otros títulos, como la espléndida y todavía inédita en español biografía escrita por Albrecht Fölsing, un periodista científico, que apareció en alemán en 1993 (Albert Einstein: Eine Biographie), y en inglés en 1997. Con la de Fölsing, por primera vez en mucho tiempo aparecía una biografía que proporcionaba nueva información, algo más de lo repetido una y mil veces en estudios anteriores; una información, me refiero, obtenida al margen -aunque también, naturalmente, se hiciese uso de ella- de los contenidos de esa fuente maravillosa para los estudios einsteinianos que son The collected papers of Albert Einstein, cuyo primer volumen (que cubre los años que van de 1879 a 1902) apareció en 1987.
Desde entonces, de hecho, Princeton University Press ha continuado esa magna empresa, cuyo final no se vislumbra en el horizonte.
Einstein, el hombre y el científi
co. "Lo fundamental en la existencia de un hombre de mi especie estriba en qué piensa y en cómo piensa, y no en lo que haga o sufra", escribió Einstein de sí mismo en un documento capital para entenderle, que apareció en 1949: sus Notas autobiográficas. Desde el punto de vista del legado que dejó a la humanidad -su maravillosa ciencia-, es fácil defender semejante punto de vista: que lo importante es el científico, no el ser humano. Pero tampoco es difícil sostener que su vida, lo que hizo, deseó, sufrió o gozó, es asimismo interesante, muy relevante. No en vano fue, para la revista estadounidense Time (número del 31 de diciembre de 1999), el "personaje del siglo XX", una calificación que es posible defender no sólo basándose en sus aportaciones científicas, sino también por la manera en que su propia biografía se amoldó a la historia general de la primera mitad del siglo XX: fue observador privilegiado de las dos guerras mundiales que devastaron el mundo, y en algunos momentos, en ciertos apartados, no sólo observador sino protagonista también (como autor de la carta que envió al presidente Roosevelt en agosto de 1939 defendiendo la necesidad de que Estados Unidos se interesase por investigar la fisión del uranio, lo que hizo en 1941 cuando entró en la guerra); vivió la República de Weimar; fue ciudadano alemán, suizo y estadounidense, además de apátrida durante algún tiempo; judío que, aunque no recibió una educación especial en este sentido, terminó, como un acto de solidaridad, siendo uno de los campeones de la causa hebrea, hasta el punto de que en noviembre de 1952, tras la muerte de Chaim Weizmann, el primer presidente del Estado de Israel, se le ofreció formalmente ser su sucesor en la presidencia; exiliado de la Alemania de Hitler, de cuyo régimen fue una de las mayores bestias negras; o figura prominente en la lista de sospechosos del FBI, son algunas de las razones que permiten hablar de él como un "espejo del siglo XX", y por las que ninguna biografía que lo tenga como protagonista debería marginar su dimensión no científica, en la que lo personal con frecuencia se mezcla con lo público.
Ahora bien, nunca deberíamos olvidar que "lo fundamental en la existencia de un hombre" de su especie y condición "estriba en qué piensa y en cómo piensa". Sucede, sin embargo, que en la mayor parte de las biografías que han aparecido en los últimos años prima lo personal y público frente a lo científico (hay que recordar el libro de Roger Highfield y Paul Carter, Las vidas privadas de Einstein, que Espasa Calpe editó en 1996, y que, hay que reconocerlo, incluía gran cantidad de informaciones nuevas sobre su vida privada, incluyendo amoríos). Digámoslo de otra forma, cuando esas biografías abordan cuestiones científicas, las simplificaciones, lo burdo del tratamiento, no honra al extraordinario científico cuya vida se pretende reconstruir. De maneras diferentes, éste es el caso de las biografías de Brian y de De Closets.
Como indicaba antes, la de Brian es la mejor de las dos, tanto por información como por estilo. No es, en absoluto, una mala biografía y se lee con gusto y provecho: simplemente, apenas es original, aporta poco nuevo. Claro que menos aporta la de De Closets, cuya "gracia" -para algunos, entre los que no me cuento- es la de intentar construir, como reza el subtítulo que la acompaña, "la novela de una vida", la vida de Einstein. La táctica de reconstruir la biografía de alguien haciendo como si se conociesen los pensamientos y situaciones del biografiado, intentando novelar su vida, es peligrosa y requiere de unas habilidades y estilo literario que en mi opinión no le han sido dados a François de Closets, autor oportunista donde los haya, como demuestra el que abra su libro con más de 60 páginas dedicadas a la génesis de la ya citada carta de Einstein a Roosevelt, en las que no sólo pretende hacernos creer saber lo que pensaba Einstein, sino también los tres inspiradores de la misiva: Leo Szilard, Paul Teller y Eugene Wigner. Comenzar una biografía de Einstein con la carta a Roosevelt no es, me parece, una buena manera de comprenderle: firmó esa carta, sí, pero porque odiaba y temía lo que Hitler podía hacer, no siendo aquel acto, razonable y en modo alguno criticable, un hecho coherente con la mayor parte de su vida, y en este sentido, el que mejor le caracteriza.
Conocer al científico de primera mano
LA FÍSICA einsteiniana. Si se desea
comprender realmente a Einstein, no se puede dejar de lado a su ciencia. Y aquí hay que señalar que aunque prácticamente desconocidas en España, existe una ya larga lista de obras (habitualmente colectivas) en las que se ha avanzado sustancialmente en la complicada tarea de desentrañar los secretos de la física einsteiniana, la relativista tal vez más que la cuántica, aunque también ésta, por supuesto. Colecciones como la Einstein Studies, publicada por Birkhäuser, y autores como John Stachel o Jürgen Renn, por citar sólo unos pocos, constituyen, junto a la ya citada serie de The collected papers, referencias obligadas, de las que no siempre se han beneficiado todo lo que pudieran autores como Brian o De Closets.
Mencionemos, eso sí, que en España las editoriales Crítica (Einstein 1905: un año milagroso) y Nivola (Cien años de relatividad) han publicado traducciones al español de los célebres artículos de 1905. Por otra parte, acaba de aparecer una biografía publicada por el filósofo español Francisco Fernández Buey, en la editorial El Viejo Topo, con el título de Albert Einstein. Ciencia y conciencia. Evidentemente son lecturas exigentes, pero también hay otros recursos para conocer a Einstein de primera mano, a través de escritos suyos de carácter general, dedicados tanto a cuestiones científicas como a otros temas. Mis ideas y opiniones (Bon Ton) o Mi visión del mundo (Tusquets) son recomendables en este sentido, y hay que señalar que Crítica anuncia la publicación de un Einstein esencial, que contendrá, entre otras joyas (que incluyen también algunos de sus mejores artículos científicos, no sólo los de 1905), las Notas autobiográficas que Alianza editó hace años en su benemérita colección de bolsillo. Y es que, en última instancia, no hay nada mejor que leer a un autor y no limitarse a lo que otros han visto o entendido en él. J. M. S. R.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.