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MADRID EN DANZA

Inclemencias en la vía estrecha

La danza llamada conceptual tiene, entre sus maneras de representación, lo que se llama internacionalmente en el lenguaje profesional work in progress. Esta representación de los procesos de creación también se manifestó en su momento en otras artes, desde la arquitectura a la pintura o la literatura, en un largo recorrido que se retroalimenta de la propia experiencia creativa. El asunto viene de antiguo y, específicamente en la danza, no es exacto confiarle el hito a los posmodernos norteamericanos de la costa Este. La danza europea desde el tardoexpresionismo ha tenido en ello un papel. Hoy día, muchos coreógrafos vuelven la vista a este recurso que casi se ha convertido en sistema; es parte del batiburrillo o callejón de vía estrecha en que se encuentra sumida toda la danza, desde la académica hasta la experimental.

Compañía Fuelpalbar

Mordre à travers. Coreografía: Fernando Martín. Música: Charo Calvo y George de Decker. Dramaturgia, estenografía: Meter Maschke. Vestuario: Bert Menzel. Luces: Jean-Jacques Deneumoustier. Teatro Pradillo. Madrid, 13 de abril.

En el caso que nos ocupa, el lento, fatigoso y fallido espectáculo de Martín, lo que pasa es que quiere ser denso y se vuelve banal; quiere ser hermético y se queda en el más cruel de los aburrimientos. Tres bailarines buscan el contacto entre sí (una fisicalidad que justifique sus presencias sobre la escena) y las figuras en un trabajo de suelo plano, de tono bajo, con expresión de indiferencia. La obra es inclemente con el público que intenta seguir una acción que no progresa, que no arma su propia memoria, en la que no se cree. Tampoco parece que hubiera un interés en el coreógrafo por relacionar medularmente música y baile. Lo que sale mejor tras esa larguísima hora es el decorado y el vestuario, evidentemente ideados por artistas solventes que aquí juegan a la instalación cinética con los parámetros de una estética fría, oscura y basada en el uso de materiales actuales como el celuloide y los plásticos, hasta el punto de que cabe preguntarse si el verdadero protagonista no será ese bien resuelto envoltorio móvil y que los bailarines son sólo elementos decorativos que lo pueblan.

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