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Lo que la 'tele' no dijo del Papa

La imagen ampliamente extendida en los medios televisivos españoles (incluyendo los públicos) es que el papa Juan Pablo II, aun siendo conservador en términos religiosos (defendiendo los valores tradicionales de la moral católica), fue muy progresista en asuntos sociales, y se presentaron como pruebas de tal progresividad su compromiso con los derechos humanos, sus llamadas a la libertad y a la democracia en los países que experimentaron dictaduras comunistas en el Este de Europa (incluyendo su apoyo al sindicato Solidarnosc en Polonia), su compromiso con los pobres del mundo, y su denuncia de los excesos del capitalismo. Ésta es la imagen presentada, con agotadora insistencia, en los medios televisivos españoles.

Mi experiencia como experto en cuestiones de desarrollo social no permiten, sin embargo, llegar a esta conclusión. Me explicaré. En el año 1987, Juan Pablo II visitó Chile durante la dictadura del general Pinochet, el cual interrumpió, mediante un golpe militar, las reformas llevadas a cabo por el Gobierno del presidente Allende -al cual tuve el enorme privilegio de asesorar-, que tenían como objetivo mejorar el bienestar de las clases populares reduciendo su pobreza. Nunca el Papa durante su visita hizo ninguna declaración pública crítica de aquella dictadura que incrementó notablemente el número de pobres de aquel país. Antes al contrario, el Nuncio del Vaticano en Chile durante la dictadura, Angelo Sodano (miembro del Opus Dei), amigo del dictador, habló favorablemente de aquel régimen, y tal señor fue promovido más tarde a secretario de Estado del Vaticano. Tal señor Sodano fue responsable más tarde de las gestiones cerca del Gobierno británico para permitir que el dictador, detenido en Londres (como consecuencia de la orden de extradición del juez español Baltasar Garzón), volviera a Chile.

Segunda experiencia. Durante muchos años he estado asesorando a las Naciones Unidas en asuntos de desarrollo social en América Latina, el continente con mayores desigualdades de renta en el mundo, reproducidas por unos poderes oligárquicos que dificultan enormemente el desarrollo económico y social de aquel continente. Uno de los movimientos más importantes a favor de reformas sociales en aquel continente, pidiendo una mayor redistribución de los recursos y una dilución de los poderes oligárquicos ha sido la parte de la Iglesia católica llamada teología de la liberación. No soy creyente, pero me ha impresionado ver el nivel de compromiso, dedicación y entrega a los pobres de América Latina de esta corriente dentro de la Iglesia. Esta corriente, sin embargo, ha sido condenada por Juan Pablo II y, de nuevo, por su secretario de Estado, el tal señor Sodano, que ha llamado a uno de sus máximos dirigentes, Leonard Boff, "el Judas de la Iglesia". En realidad, el Vaticano ha mostrado gran hostilidad hacia este movimiento apoyando, en su lugar, a regímenes oligárquicos responsables de la enorme pobreza existente en aquel continente. De esta experiencia no puede derivarse que Juan Pablo II estuviera comprometido con los pobres de América Latina. Mi experiencia me lleva a una conclusión opuesta.

En Estados Unidos, donde he vivido 40 años, la Iglesia católica (y la mayoría de los católicos) apoyó desde la II Guerra Mundial al Partido Demócrata debido a la mayor sensibilidad que históricamente este partido ha mostrado hacia las necesidades de las clases populares, mucho mayor que el Partido Republicano, mucho más cercano a los intereses de las clases más adineradas de aquella sociedad, y el presidente George W. Bush es el máximo exponente de esta insensibilidad social. Los recortes del gasto público social de la Administración de Bush han sido enormes y han causado un incremento de la mortalidad infantil, situación sin precedentes desde la década de 1950. El comportamiento electoral progresista de los católicos en EE UU ha cambiado sustancialmente en los últimos años de manera tal que en las últimas elecciones del año 2004 hubo más católicos que votaron al Partido Republicano y al presidente Bush (52%) que al Partido Demócrata (47%), y ello como resultado del énfasis que asuntos relacionados con los valores morales han

tenido en el debate político, asuntos resaltados en los mensajes de Juan Pablo II a los que se dio gran visibilidad mediática con su condena a la despenalización del aborto y a la homosexualidad, cuestiones favoritas también del Partido Republicano. Tal visibilidad ocultó las políticas fiscales y presupuestarias de este partido que han aumentado considerablemente la pobreza en EE UU, políticas que no fueron condenadas por Juan Pablo II ni por la jerarquía de la Iglesia católica. No puede deducirse de esta experiencia tampoco que los mensajes del Papa y sus consejos hayan ayudado a los pobres en EE UU.

La última experiencia es la que he vivido en mi propio país, España. Es cierto que el Papa se opuso a la invasión de Irak y al bombardeo de su población civil por las fuerzas armadas de EE UU y sus aliados. Pero el Papa nunca condenó el primer bombardeo de la población civil en Europa, que ocurrió en España, por las aviaciones nazi y fascista italiana que apoyaron el golpe militar fascista español de 1936, que estableció una de las dictaduras más crueles que han existido en Europa, la franquista, que la Iglesia española apoyó y por la cual, ni el Papa ni la Iglesia católica han pedido perdón. Es más, el Papa hizo del reconocimiento de las víctimas del bando republicano un proyecto prioritario sin reconocer nunca el número mayor de víctimas del bando golpista que la Iglesia apoyó. Su apoyo a las derechas españolas, que ocurrió hasta casi el último momento de su vida, fue profundamente ofensivo para las izquierdas en España.

Ninguno de estos hechos aparecieron en la promoción de la figura del Papa que durante toda una semana apareció gratuitamente en los medios públicos de persuasión en España, mostrando, una vez más, lo enormemente incompleta que es nuestra democracia, incluyendo la de sus medios de desinformación.

Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la UPF.

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