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Columna
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Metros 2

Lo malo de los Eventos Mundiales Multitudinarios, tal que las ceremonias vaticanas de la semana pasada, es que te dejan grogui y con sed de más. Por fortuna, esta semana podemos hincarle el diente, al menos en términos domésticos, a la conversión de la derecha en comunista, al grito de ¡palacetes como el de Esperanza Aguirre para todos! De ahí, supongo, el profundo desprecio que les produce el proyecto de apartamentos mínimos del que se habla estos días en torno al Ministerio de la Vivienda, con chistes incluidos, como llamarlos comunas posmodernas, lo cual no es cierto porque lo único en común serían los servicios de lavandería, lo cual parece un ahorro y hasta ocurre en Estados Unidos, donde hay edificios con la sala de lavadoras en el sótano.

Es una pena que la sensible crítica no haya recordado que Pinochet, cuando le dio la vena populista, impulsó también la creación de casas mínimas en las barriadas pobres, y que los chilenos las llamaron perreras. Habrían podido trazarse simpáticos paralelismos: a cambio de olvidar que Pinochet las mandó hacer para familias numerosas y paupérrimas, y que a los propietarios se les colgó del cuello una deuda vitalicia que aumentaba con la marcha de los mercados. Por cierto, algún constructor español se enriqueció por allí.

Pasando a lo que nos interesa, cualquiera que haya buscado piso sabrá que esos estudios de 30, 40 y 50 metros cuadrados ya existen en el mercado, sólo que te piden un alquiler exorbitante o un precio de compra desaforado. Lo novedoso de la propuesta actual es que se trate de viviendas adecuadas para los inquilinos (la juventud necesita ser independiente, no decorar salones), y de que no se trate de una "solución de resignación". Es decir, que ese apartamento sea un apeadero en la vida, no la última e irremediable estación.

Lo cual me lleva a pensar que lo difícil será conseguir que la gente joven acceda a unas condiciones generales más favorables. Con la precariedad laboral como equipaje va a resultar difícil que los jóvenes puedan acceder con el tiempo, no ya al supuesto palacete de Esperanza Aguirre, sino a los metros cuadrados que necesita para crecer y seguir luchando por cumplir con sus expectativas.

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