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Análisis:FÚTBOL | Vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Irresponsable Mancini

José Sámano

El fútbol, como ocurre en otros órdenes de la vida, da cobijo a un puñado de irresponsables que se refugian bajo la bandera del club que les hace millonarios y creen tener barra libre para decir la primera estupidez que se les ocurra. Por supuesto, sin medir el daño que provocan. Esa menudencia queda para los terrenales, no para las estrellas deslumbradas por los focos y los ahorros, caso de Roberto Mancini, el entrenador del Inter.

El martes, mientras los ultras interistas se dedicaban al vandalismo en San Siro, este ex jugador recién llegado a los banquillos, con aire de maniquí de Armani, se dirigió con grandes aspavientos al árbitro Markus Merk, que desde el medio campo asistía estupefacto a lo que estaba sucediendo. "Señor Mancini, ¿qué le dijo al colegiado?", preguntaron al técnico en la rueda de prensa posterior al vergonzoso espectáculo. "Que la culpa era suya", espetó sin titubear. "¿Y qué le han parecido los incidentes?". "Sólo hablaré del partido", respondió. Justo el mensaje que los indeseables que incendiaron el derby milanés querían escuchar.

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Injustificables en cualquier caso las palabras de Mancini. El pecado de Merk había sido anular un gol a Cambiasso. Fuera o no legal, que no es la cuestión, de haber sido concedido, el Inter habría tenido que marcar otros tres para clasificarse: casi nada para los 20 minutos que quedaban. Mancini, como algunos de sus jugadores -caso de Córdoba, que también riñó al árbitro-, actúo con una descarada demagogia para intentar maquillar la derrota de una institución que hace tiempo que va a la deriva. Es tal el caldo creado en los estadios italianos que muchos actores del calcio ya ni se inmutan cuando cae una moto desde la grada, las tribunas se decoran con esvásticas o vuelan bengalas como cáscaras de pipas.

Lo mismo da que haya resultado herido un compañero. Sólo así se entiende que, durante la pirotecnia de San Siro, ni Mancini ni sus jugadores se dirigieran hacia la grada para pedir sosiego. Qué demonios, tampoco ningún ejecutivo del club dio la orden de emitir un mensaje de concordia por la megafonía del estadio. Es la ley que impera en el calcio: la que dictan los vándalos, con los que el irresponsable Mancini tuvo un guiño cómplice.

Si la UEFA actúa con la contundencia que tanto proclama, con micrófonos por delante, el técnico interista debe recibir un duro correctivo. José Mourinho, por bocazas y bravucón, se acaba de llevar un severo tirón de orejas. Y bien merecido. Lo de Mancini es aún peor que lo del luso. ¿O no se debe reprender a quien se deslengua para culpar a un árbitro de una barbarie semejante y, encima, no condena la violencia? Que la UEFA juegue limpio.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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