Vuelve Gades

Ritmos, sobre música de Joaquín Turina, y Dos escenas de 'Carmen', en la versión de Gades, fueron los temas que el Conservatorio Profesional de Murcia eligió para esta singular representación, que denota antes que nada una madurez en sus intérpretes.

Son dispares entre sí. La música de Turina es serena, bien andaluza, transmite paz y serenidad. Sobre ella José Antonio Ruiz ha creado una coreografía -que se estrenaba en esta función de Murcia- llena de encanto, armoniosa, que emana un dulce recreo de los sentidos. Música sin sobresaltos, sin rupturas, que José Antonio interpreta con fluidez gratificante.

De la Carmen de Gades vimos dos escenas, La clase y La pelea, con mucha gente en el escenario y un movimiento constante de la masa. Son números de mucho nervio, en los que los ánimos rara vez se serenan. Importa mucho el movimiento de cuantos participan en ellas, y ése fue el espíritu que Gades quiso darles. Un continuo ir y venir, un permanente enfrentarse, como poseídos de un nervio que no les deja momento de reposo. Se mantiene la idea de Gades, que hizo esta obra en su mejor época, cuando cada nueva creación suya era un acontecimiento de nivel internacional. Obviamente, el nivel interpretativo que vimos en el Romea no es el mismo que ofrecieron aquí profesores y alumnos del conservatorio, pero fue muy digno y estimable, logrando un éxito de los que quedará memoria en Murcia.

Y es que todos ellos conforman un grupo homogéneo, consciente de lo que se espera de su probada profesionalidad. Se meten en los personajes, los sienten y van directamente a reflejarlos con total dedicación. Este grupo de mujeres y hombres vive literalmente lo que la obra refleja, con entrega absoluta, sin cortapisas. El homenaje a Gades fue, sobre todo, sincero.