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Crónica:LA CRÓNICA | Elecciones en el PaísVasco
Crónica
Texto informativo con interpretación

No perder el tiempo en explicaciones

La propaganda electoral de EHAK es directa y sus siglas y estética suenan a muy conocidas

Soledad Gallego-Díaz

La propaganda electoral que cuelga ya en las calles de muchos barrios de San Sebastián no deja lugar a dudas. Es sencilla y directa y, sobre todo, no pierde el tiempo en explicaciones. Dice simplemente: Bozkatu EHAK (Vota EHAK). Hasta las siglas suenan a conocido: EH-AK.

La portavoz del recién descubierto Partido Comunista de las Tierras Vascas, Nekane Erauskin, liberada del sindicato abertzale LAB, parece tener tablas y experiencia y no azorarse ante la inusitada presencia de cámaras de televisión y de periodistas que rodean últimamente sus intervenciones. Tampoco se molesta mucho en dar explicaciones: "Ya sé que parece raro, pero no hemos hablado todavía con Batasuna", asegura sin pestañear. Su colega en la conferencia de prensa de ayer, Julián Martínez, se muestra algo más nervioso.

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La estética y las siglas en euskera del partido recuerdan sin dificultad los carteles, ilegales, que convocaban también, en otras paredes, a una manifestación de Batasuna para hoy, sábado, en Bilbao, y que finalmente fue suspendida ayer por la tarde, según anunció Arnaldo Otegi. Todo está claro y todo es sencillo. En Euskadi no le llamaría la atención a nadie que si EHAK mantiene su candidatura y consigue el próximo día 17 tres o cuatro escaños (HB logró siete en 2001), el propio Otegi o Joseba Permach sigan presentes en los pasillos del Parlamento autónomo como "asesores" de los nuevos diputados.

La campaña de las elecciones vascas comenzó teóricamente hace siete días, pero en realidad arrancó de verdad ayer con el anuncio de Otegi de que Batasuna no está dispuesta a abandonar la única institución en la que está presente hoy día, el Parlamento de Vitoria. Y, sobre todo, con el anuncio de que sus militantes harán campaña en todos los pueblos y ciudades de Euskadi por esas otras siglas, a fin de conseguir la ansiada representación y, quizás, también, la ansiada financiación.

Hasta este momento todo ha estado un poco en suspenso. Algunos aseguran que ha sido la muerte del Papa lo que ha ralentizado la campaña. Otros, la mayoría, creen que lo que impedía apretar el acelerador era no saber si, finalmente, el voto de Batasuna podría refugiarse en algunas siglas "propias", una "papeleta legal", según las palabras del propio Otegi.

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La decisión de Batasuna de aprovechar las siglas EHAK revela hasta qué punto le ha perjudicado estar ausente de las instituciones. En las elecciones municipales no pudo organizarse, en las europeas le bastó con "contarse": pidió el voto nulo y pudo atribuirse buena parte de las 98.250 papeletas que fueron inutilizadas. Ahora Otegi ha dejado muy claro el objetivo: estar en el Parlamento para evitar que el PNV se crea, después del 17, único protagonista de un eventual proceso negociador.

Toda la intervención de Otegi estuvo dirigida al lehendakari, Juan José Ibarretxe, como si los socialistas y populares no existieran o, desde luego, no tuvieran mucho que decir en esas circunstancias. Ayer dio la impresión de que Otegi sólo tiene un oponente y un interlocutor, el PNV. "Hay dos modelos: el de ellos y el nuestro", resumió. Para Otegi, la discusión no está entre nacionalistas y no nacionalistas, sino entre el modelo nacionalista del PNV y el de Batasuna. Punto.

Ahora cada uno sabe ya a qué atenerse. El ritmo de la campaña va a subir muy deprisa: sólo hay ocho días para convocar a unos votantes que parecen mucho menos crispados que en 2001 y quizás, también, menos movilizados. El desasosiego, la inquietud, incluso la división, son patentes, como siempre, pero la crispación de la convocatoria anterior parece haber disminuido.

Salvo que cambien mucho las cosas en estos ocho días, no da la impresión de que los electores vascos crean estar jugándose algo decisivo en estas elecciones. Más bien se diría que se trata de una convocatoria electoral más o menos rutinaria en un país sin grandes problemas. La duda es saber quién será el primero en meter presión.

solg@elpais.es

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