Donde cabe la luz

CUALQUIERA QUE se asome a un libro de Menchu Gutiérrez reparará en dos extremos. Por un lado, desbordan los géneros al uso: hay tanta poesía en sus narraciones (digamos, Disección de una tormenta) como narración en sus libros de poemas (digamos, El ojo de Newton). Por otro, todos sus libros parecen vistos antes que escritos. En ellos, las imágenes tienen tanto peso como las propias palabras. En El ojo de Newton, además, a la poesía y el relato se le une la reflexión sobre el acto de ver. Invisible, opaco, traslúcido y transparente son categorías que actúan como personajes en 'Las cuatro esquinas del cementerio', la parte en verso que completa un conjunto que se abre con las prosas que le dan título y se cierra con una sección significativamente titulada 'El prólogo'. En ella se concentran los tres grandes temas del libro: la visión, la muerte (de la madre) y la propia escritura, un espacio en el que no está claro si cabe la luz y que tiene su principio y su fin en una pregunta irresoluble que actúa como detonante: "¿Al escribir, interpretamos hechos ya sucedidos o nos anticipamos a los hechos? Me gustaría saber si escribo lo que escribo para justificar lo que pienso o para explicarme lo que no sé pensar". Donde dice "escribir" vale decir "leer". La vista, es cierto, es un sentido fundamental en la obra de Menchu Gutiérrez. Acaso tanto como el tacto. Porque se leen a tientas, como quien se mueve a oscuras por una casa que no conoce.