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Reportaje:FÚTBOL | Cuartos de final de la Liga de Campeones

Lorenzi y la trampa del limón

Milan e Inter trasladan por segunda vez a la 'Champions' su enconada e histórica rivalidad en la única ciudad con dos campeones de Europa

En Milán la historia no sólo se respira en la Plaza del Duomo. También se palpa en el viejo estadio de San Siro, rebautizado en 1988 con el nombre de Giuseppe Meazza como tributo al primer gran ídolo del fútbol italiano que militó en los años 30 y 40 en los dos equipos de la capital lombarda. Una ciudad que divide sus pasiones futbolísticas desde hace casi un siglo, siendo además el único enclave que acoge a dos campeones de Europa. Embrionariamente, fueron el mismo club. En 1899, un inglés afincado en Milán, Alfred Edwards, decidió en un bar americano de la ciudad, entre trago y trago con un grupo de compatriotas, fundar el Milan Cricket and Football Club. El 9 de marzo de 1908 se produjo una rebelión a bordo y un grupo de italianos y suizos creó su propio club, el Internazionale.

Milán e Inter vuelven esta noche a escenificar otro capítulo de su eterna rivalidad. Fue el Milan el primer equipo italiano que levantó la Copa de Europa, derrotando en Wembley al Benfica de Eusebio en 1963 por 2-1. Enseguida, el Inter, como si de un vecino agraviado se tratara, conseguiría el trofeo en los dos años siguientes, tras superar al Real Madrid en la final de 1964 y al Benfica en la de 1965. Eran tiempos en los que Gianni Rivera exhibía su clase en el Milan mientras Sandro Mazzola goleaba en el Inter de Helenio Herrera al son de Luisito Suárez. Rivera y Mazzola, reconocidos iconos de sus clubes, acabaron transfiriendo su rivalidad hasta la mismísima selección, estableciendo un auténtico debate nacional sobre quién era mejor.

Los anales de la rivalidad Inter-Milán guardan espacio privilegiado para esos héroes, pero también lo tienen para algún que otro villano. El más grande de todos ellos fue Benito Lorenzi, delantero del Inter. Apodado veneno por su dominio de las malas artes en el terreno de juego, en 1957 incendió San Siro en un episodio inolvidable. Milan e Inter empataban 1-1 cuando a pocos minutos para el final el árbitro señaló un polémico penalti favorable al Milan. En torno al colegiado se formó una tangana considerable, momento que aprovechó Lorenzi para colocar con discreción sibilina medio limón que estaba chupando en el punto de penalti, bajo el balón. El lanzamiento del extremo del Milan, Cucchiaroni, que no descubrió la treta, salió tres metros desviado. Los hinchas del Inter todavía aplauden a Lorenzi cuando acude a las gradas del estadio con el mismo entusiasmo utilizado por los milanistas para condenar el suceso.

Esta noche, San Siro acoge el desafío número 261 entre los dos irreconciliables vecinos. La última victoria del Inter en el gran clásico se remonta a marzo de 2002, y desde entonces el Milan incluso se ha regalado el privilegio de eliminar a su viejo rival en la semifinal de la Liga de Campeones en 2003, justo antes de levantar su sexta Copa de Europa. De hecho el de Ancelotti es el único equipo que ha logrado derrotar al Inter en competición oficial esta temporada, en febrero con un gol de Kaká.

En la Liga italiana, liderada por el Milan y el Juventus, el Inter de Mancini, que ha sumado nada menos que 17 empates, figura a 16 puntos de la cabeza. Una distancia sideral que obliga al conjunto interista, con más vehemencia que fútbol, a centrar todos sus esfuerzos en una competición continental en la que hasta ahora ha funcionado bien. Pero hoy no podrá contar con su goleador Adriano, lesionado, mientras que el Milan recupera a Shevchenko, ya repuesto de una fractura de pómulo. Toda la pasión que hoy se desatará en el estadio apenas oculta el estado mental de los dos equipos: Mientras el Milan lleva años con la certeza de que su atractiva apuesta futbolística gana títulos, el Inter sigue inmerso en la espiral de dudas que supone no acertar en decisiones clave para un modelo difuso que en las últimas campañas le ha abonado a la decepción. Una realidad que ilustra como nadie Andrea Pirlo, en su día ninguneado en el Inter y que ahora gobierna en el Milan, convertido en el mejor medio centro del fútbol italiano.

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