Noche apasionada en Anfield
El Liverpool derrota a 'la Juve' en un partido más vibrante que bueno, cargado de emotividad
Un mal resultado y una gran victoria se reunieron en el triunfo del Liverpool en Anfield, escenario de un partido apasionado, emotivo de principio a fin, con el recuerdo de la tragedia de Heysel desvanecido por la realidad del fútbol, que fue más vibrante que bueno. Al coraje del Liverpool, alentado por una hinchada incansable, respondió la Juve como acostumbra, con el tanto preciso en el momento adecuado. Así ha escrito la historia tantas veces. También en Anfield.
Se les veía en unos rostros que reflejaban a la vez el entusiasmo y la tensión. Llegaban por todos los callejones que conducen a Anfield. La gente del Mersey, los reds que disfrutaron de los mejores días de un equipo que hizo leyenda y las nuevas generaciones, los chicos que no conocieron a Bill Shankly, Ian Callaghan, Kevin Keegan, Graeme Souness, Alan Hansen o Kenny Dalglish, los chicos a los que les queda lejos la última época notable del Liverpool, la que protagonizó John Barnes por encima de todos. Todos, los viejos y los jóvenes, se acercaron a Anfield con la pasión de los grandes días, orgullosos de un equipo que mantiene unos vínculos de acero con una comunidad que ha vivido tiempos extraordinarios y dramáticos. Este partido concentraba toda la grandeza del Liverpool, de nuevo en la competición que le dio fama, y el drama del recuerdo. Enfrente estaba la Juve, otro club mítico, rival de los reds en la fatídica final de Heysel en 1985. En una orgía de violencia sin precedentes, los vándalos del Liverpool acabaron con la vida de 39 aficionados del equipo italiano. Desde aquella tarde, nada volvió a ser lo mismo en el fútbol, y mucho menos en el Liverpool, expulsado durante seis años de las competiciones europeas, marcado por un estigma que necesita de partidos como el de ayer para desvanecerse lentamente.
LIVERPOOL 2 - JUVENTUS 1
Liverpool: Carson; Finnan, Carragher, Hyypia, Traore; Luis García, Gerrard, Biscan, Riise; Le Tallec (Smicer, m. 72) y Baros (Nuñez, m. 65).
Juventus: Buffon; Zebina (Montero, m. 80), Thuram, Cannavaro, Zambrotta; Camoranesi, Emerson, Blasi (Pessotto, m.45), Nedved; Del Piero (Trezeguet, m. 60) e Ibrahimovic.
Goles: 1-0. M. 9. Hyypia fusila a Buffon tras un pase de Luis García.
2-0. M. 24. Luis García recibe un pase de Le Tallec, y de volea, empalma un disparo desde fuera del área que se cuela en parábola en la meta de Buffon.
2-1. M. 62. Cannavaro marca de cabeza y Carson falla.
Árbitro: Frank De Bleeckere (Bélgica).
41.216 espectadores en Anfield.
No hubo demasiado protocolo en el recuerdo de la tragedia. Es demasiado grande la herida. Quizá no hubo mayor homenaje que el partido en sí mismo, un encuentro apasionado que arrancó con la impresionante rendición del You'll never walk alone (Nunca caminaréis solos), el viejo hit de Gerry y los Pacemakers que se consagró como himno del equipo en 1964. Todos la cantan ahora, pero en ningún estadio suena mejor que en Anfield. Había la clase de atmósfera que lanza a un equipo por encima de sus posibilidades. Puede que este Liverpool sea menor, sometido a una difícil reconstrucción, amenazada por una letanía de lesiones, pero el partido exigió lo mejor del equipo y de los aficionados. Y nadie falló. El Liverpool llegó más allá de sus posibilidades: marcó dos tantos, se colocó en una posición sensacional para dar el golpe en la eliminatoria y finalmente fue víctima de sus carencias. Todavía es un equipo imperfecto, con varios jugadores que oscilan entre lo mediocre y lo discreto. Uno es el joven portero Carson, aprendiz del polaco Dudek, un meta interesante que sufre del peor síndrome en su profesión: le aterra el público y especialmente la fogosa hinchada de la Kop, la famosa gradona poblada por la abigarrada tribu juvenil de los reds. Por eso juega Carson, un chico de la casa que saldrá como víctima de la eliminatoria.
El error de Carson en el cabezazo de Cannavaro destruyó el apasionado trabajo del Liverpool, que exprimió como un limón todos sus recursos. Aprovechó su impetuosa arrancada para marcar el primer tanto. Neutralizó a su rival con un fútbol enérgico que apenas dio respiro a las estrellas italianas. Ganaban todas las jugadas divididas, se anticipaban a todas las acciones, se mataban por perseguir cada pase. Anfield era una caldera. Toda la celebración del fútbol se respiraba en el viejo campo. Cuando Luis García anotó su maravilloso gol -una parábola larga y perfecta que superó a Bufón-, la reacción casi fue de incredulidad. Allí estaba el Liverpool, como en sus mejores tiempos, todo corazón. Los cánticos alcanzaron entonces la solemnidad de las grandes ocasiones. Había motivos para disfrutar del equipo, a pesar de sus imperfecciones. Luis García daba toda clase de problemas a Zambrotta con un juego inteligente y sutil; Baros confirmaba que es un delantero anárquico y desesperante, pero le daba mala vida a Cannavaro; Hyypia no cedía ante el corpachón de Ibrahimovic. Sólo faltó Gerrard, que no jugó ni bien ni mal. No fue la mejor noticia para el Liverpool.
La Juve, que salió medio comatosa del primer tiempo, tuvo dos oportunidades y nada de juego hasta que se hizo evidente que tiene más recursos que el Liverpool. Ibrahimovic estrelló en el palo un gran remate y Carson intervino como un felino ante Del Piero. Fue luego, en el segundo tiempo, cuando la Juve pudo manejar el partido. No se distinguió por un gran fútbol. No está en su estilo, pero su autoridad era inequívoca. Al Liverpool le faltaban jugadores y aire, y la Juve consiguió el gol en un error de Carson. Benítez que tenía como prioridad mantener a cero su portería, se encontró con una victoria y un mal resultado. A la gente no le importó. Sus cánticos disimularon cualquier decepción.
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